Cataluña? Ríete de Cataluña; la verdadera guerra política va a estar en Madrid, acuérdate». Me lo dijo, algunos días atrás, un miembro del Gobierno Rajoy, que tiene razones para saber de lo que habla. Recordé estas palabras al estallar este miércoles un pretendido -hasta ese momento-nuevo escándalo que afecta a la presidenta de la Comunidad de Madrid y -también hasta ese momentocandidata a repetir en el cargo por su partido, el PP. Siempre he defendido que los asuntos, por escandalosos que sean, han de ser abordados por los medios de comunicación independientemente de la probidad moral o de los intereses de la fuente: basta con que sean verosímiles. Porque las fuentes de las grandes revelaciones periodísticas la mayor parte de las veces son un contable que no ha cobrado, o una amante despechada, o una ‘vendetta’ comercial o... la guerra electoral. Apenas hay ‘scoop’ sin fuentes contaminada o interesada, y apañados estaríamos los periodistas si solo nos atuviésemos a las fuentes convencionales o ‘sanctas’.

Y Madrid es, ha sido siempre, la madre de todas las batallas autonómicas y locales. La madre de la mayor parte de los escándalos. Una ciénaga en la que no pocos políticos se ahogan. Una ‘merdé’, con perdón, de escuchas ilegales, tránsfugas, alcaldes corruptos, apuñalamientos de correligionario a correligionario... Ahí es nada, controlar Madrid. Y de eso se trata, de tomar Madrid. Así que, con un año de antelación, ha comenzado la Gran Pelea. Esta vez, claro está, más encarnizada que nunca, que no en vano el clima político general, y no me refiero, repito, solo a Cataluña, está que arde. O más ardiente que en otros incendios, ya habituales en este secarral político.

Conste que no quiero entrar en el fondo de si Cristina Cifuentes se hizo o no inapropiadamente con un título académico en una Universidad, por cierto, muy cuestionada hace pocos meses: me falta información. Pero es cierto que los tiros contra ella han proliferado últimamente, bien sea desde el lodazal de Francisco Granados, bien desde otros ‘fuegos más o menos amigos’, y sus reacciones no siempre han sido tan flemáticas como su alta posición requería; es comprensible la indignación ante las falsas acusaciones, pero un cargo público, y más, ya digo, en tiempos casi preelectorales, ha de saber mantener esa impasibilidad que tanto cuida, por ejemplo, alguien como Mariano Rajoy.

Sospecho que va a resultar muy difícil a Cristina Cifuentes sobrevivir a la trituradora de Madrid, en la que han caído muchos otros antes que ella, seguramente con más culpas que ella. Y el tema es particularmente grave para un PP que en ella tenía puestas, al menos hasta hace dos meses, las máximas esperanzas de brillar en las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2019. Otro clavo en lo que cada día parece ser una especie de ataúd para el PP, que, de nuevo, no supo reaccionar ante este nuevo episodio con la rapidez, contundencia y pruebas suficientes. Yo diría que, salvo que esta reacción se produzca, acompañada de los candidatos municipal y autonómico más adecuados, los ‘populares’ corren el riesgo de haber perdido desde ya la batalla de Madrid, la madre de todas las batallas, la que predice la derrota en otras escaramuzas, y así hasta la escaramuza final.