Un servidor, Manu Gon. Mayor de edad. Vecino de Jesús, Ibiza. Hijo de Julia y de Roberto. De profesión periodista y natural de Madrid, según obra en el Registro Civil...

Hoy viernes 16 de marzo de 2018 y con las fuerzas de que dispone, atentamente expone:

Que soy madrileño y a mucha honra. Que me gusta mi cuidad, villa y corte. Y que siempre que puedo presumo de ello. Y que por eso, durante estas últimas horas asisto con estupor, miedo, rabia e incredulidad a todo lo que está pasando en el popular barrio de Lavapies. Miro las fotografías de los altercados por la muerte de un senegalés y reconozco que estoy muy asustado. Por muchísimas cosas.

Primero porque no reconozco el barrio. Entiendo y defiendo que vamos hacia un mundo globalizado en el que no deber haber fronteras ni banderas y donde hay que ayudar al que más lo necesita pero también soy un firme convencido de que no se debe ayudar a cualquier precio. La última vez que pasee por allí, no hace mucho tiempo, sentí que aquel no era mi barrio. El barrio en el que pasé muchas horas de mi vida jugando y paseando con mis abuelos Leandro y Trini que vivían en la Glorieta de Embajadores, y al que iba a visitar a mi tío Ruma y a mi tía Teresita para jugar con sus hijos al scalextric en su casa del número 21 de la calle Doctor Piga, en plena confluencia con Argumosa. Ni tampoco el barrio que tantas veces recorrí de la mano de mi padre Roberto, al que tanto admiro, mientras escuchaba mil y una historias de cuando era pequeño y jugaba con el balón en la calle sin más riesgo que alguna pelota rajada por romper un cristal.

Segundo porque la violencia desatada me da mucho miedo. Cuando se desata la ira es muy difícil de parar y viendo las imágenes que se están publicando en los medios de comunicación, Lavapies parece una zona de guerra. Sólo espero que, entre unos y otros, pongan fin a este sin sentido sin que se produzca ni un sólo muerto más, porque si no esto será imparable y lo que es peor, se generarán problemas que tardaremos generaciones en superar. Como dijo un sabio, un muerto lleva a otro muerto creando una cadena muy difícil de romper.

Tercero porque escucho y leo con estupor ciertas declaraciones de quienes en teoría nos gobiernan. Realmente no a mi, que ya estoy empadronado en Ibiza, ni tampoco a mis padres que tuvieron que salir corriendo de la ciudad que tanto aman para refugiarse en un pequeño pueblo de la sierra, sino a todos los madrileños, los que les votaron y los que no. ¿En serio el senegalés Mame Tierno Seye, cuya muerte es el origen de todos los disturbios,es víctima del sistema capitalista? No seré yo quien defienda nuestro actual sistema entre otras cosas porque ha permitido diferenciar entre países ricos, pobres y muy pobres, pero creo que todo esto responde a algo mucho más global que el sistema capitalista. Creo, sinceramente, que hay que dedicar más tiempo a pensar en cómo tenemos que ayudar en los países de origen y no directamente aquí. Como decía mi tío Mariano, exjesuita: Hay que enseñar a pescar antes que regalar peces para comer.

Y cuarto y último porque yo que soy periodista estoy asustado con la desinformación que se está produciendo. A mí que en la carrera me enseñaron que hay que contrastar cualquier información que se publica y que si no se tiene la certeza absoluta de que algo ha sucedido no se escribe, estoy muy preocupado a la vez que desilusionado y desanimado. Entiendo que las redes sociales hacen un papel importante para muchas cosas pero también son muy peligrosas y se está alcanzando el límite para que se legisle como es debido. No soy experto ni se las medidas que se tendrían que tomar y hasta que punto es legal, pero y según me confirman fuentes muy firedignas, la muerte del mantero senegalés se produjo de un fatal infarto cuando iba andando por la calle sin que en ningún momento hubiera por medio una persecución policial. Y si esto es cierto ¿Por qué nos empeñamos en generar odio? ¿Qué ganamos? Y sobre todo... ¿A dónde vamos a ir a parar?

A quien corresponda. Unos y otros. Por favor pongan fin a este sin sentido para que podamos seguir disfrutando de Lavapies y sus alrededores. Para que yo pueda seguir paseando con mi hijo Aitor igual que hacía yo con mi padre y mi abuelo Leandro. Y en armonía.