Anna Gabriel, la cupera y de profesión educadora social, dice que no vuelve a España, que se queda en la Confederación Helvética exiliada en calidad de preso (más bien, presa) política, pues, ¡bárbaro!, tendrán sus correligionarios antisistema que mandarle dinero a algún banco suizo, y en eso algunos políticos catalanes tienen ciertamente mucha experiencia. Anna tendrá que vivir en el país de Heidi y aquello es un país muy caro, y además hace demasiado frío para convocar escraches en la calle y tocar la flauta con o sin can. Veo que esta chica tendrá además otros problemas, por ejemplo ese corte de pelo que lleva estilo abertzale, pues a ver qué peluquería o que Ruphert en Suiza sabe hacérselo, por otro lado la ropa que desgasta ella, de tribu urbana prehispánica, pues pudiera ser un problema encontrarla en los mercadillos y baratillos suizos. No le quedará otra a Anna que cambiar de look. Allí, en Suiza, además son muy serios, recuerdo que leí que el canciller de aquel país se tuvo que quedar a dormir en Francia porque de noche los aviones no pueden sobrevolar espacio aéreo suizo para evitar el ruido. Suiza no es un país para coleguis, tiene un altísimo nivel educativo, no hay paro, es todo lo contrario al ideario y al país soñado por la Cup. Finalmente, Anna va a echar de menos a España que aquí estaba como pez en el agua, aquí puedes hacer lo que te dé la gana, desde el botellón hasta proclamar unilateralmente la independencia. El problema es que el tiempo político ha terminado y ahora comienza el judicial y ese es un tema que va cual lenta apisonadora: se sabe cómo empieza pero no cómo termina, y si no que se lo digan a Junqueras.