El 13 de septiembre de 1936, casi un centenar de personas fueron asesinadas en el castillo de Dalt Vila, en Ibiza. Los autores de la masacre fueron brigadas republicanas, que mataron indiscriminadamente a todos los que se encontraban en el lugar. Hace unos días, la Diócesis de Ibiza y Formentera inició los trámites para canonizar a los 21 sacerdotes asesinados y para ello exhumaron los cadáveres. Uno de los cráneos apareció con un orificio de bala. Fue asesinado por los republicanos, aunque tampoco existían muchas dudas sobre ello. Estas investigaciones no han contado con peregrinación de políticos, ni ha habido fotos al lado de los restos humanos y que se sepa tampoco se ha llamado a los familiares de las víctimas para mostrarles apoyo institucional. La mayoría de las víctimas no tenían afiliación política y su único error fue estar en el lugar y momento equivocado. En estos años que he vivido en Ibiza, en cambio, he escuchado comentarios de algunos políticos progresistas cuestionando que en la placa en la Catedral donde se recuerdan los nombres de las víctimas no estén las personas asesinadas por los franquistas. La respuesta es simple: sólo están los nombres de los que se encuentran enterrados en la Catedral. Pero da la sensación de que los asesinados en la Catedral no merecen tanto respeto, ni tanto reconocimiento, como todos aquellos que perecieron desgraciadamente en las cunetas de las carreteras y que por fin se les ha hecho justicia. Digo que es una sensación, que se ha convertido en una cierta sorpresa al ver que ni Armengol, ni Fanny Tur, ni Pilar Costa, tan rápidas en acudir a fosas de cementerios y hacerse fotografías en todas ellas, hayan hecho una visita a la Catedral de Ibiza para interesarse por las investigaciones sobre los asesinados durante la Guerra Civil. Debe ser que en esto de la Memoria Histórica hay muertos y muertos.