Quizás haya gente mucho más informada que yo para hablar de este tema, pero el fenicio no puede evitar rascarse la cabeza cuando lee que han aumentado los accidentes mortales de tráfico, que casi han doblado a los de 2015. Otra vez la truculenta relación de accidentados que dábamos por terminada desde la inauguración de las autovías. No ha sido así: 22 víctimas en las Pitiusas, la mitad de ellos motoristas. Parece que a un mayor aumento del turismo haya derivado la consiguiente proporción de sacrificados, en esta trágica estadística negra. Ahora vendrán los técnicos sesudos con el intento de explicar los acontecimientos según su criterio o intereses. Da lo mismo. En las Pitiusas se consume demasiada droga, incluyendo el alcohol, y por algún motivo que desconozco, los conductores no sienten la apremiante presencia policial ni obligados por el sentido común que aconseja alejarse de cualquier máquina o vehículo. Y no, no son siempre turistas, que se toman la conducción en Ibiza como otro episodio de la juerga nocturna. Siete de cada diez test de drogas dieron positivo. Impresionante. Las consecuencias han sido terribles en 2017. Incluso en el mar. Ignoro qué otras medidas disuasorias se pueden tomar, sabiendo que tampoco las represivas serán de utilidad. La última esperanza es que el turismo se estabilice en cifras más manejables, es decir, a la mitad. Mientras, tendremos que asimilar estos aumentos de defunciones (no todas por accidente, claro), que han aumentado un 7% según los datos de Pompas Fúnebres. En 2017 hubo 775 y falta por contabilizar diciembre. No deja de ser coherente este llamativo aumento en la isla del placer y la fiesta, aunque también es la senda de los elefantes.