Nuestra isla padece, indiscutiblemente, una emergencia habitacional de primer orden. La existencia de alquileres anuales a precios abusivos es una constante habitual, que se ha agravado al ritmo de la burbuja especulativa.
Alquilar balcones, sofás, medias camas, pisos patera, etc., es desgraciadamente una triste realidad, que está provocando innumerables dramas personales, con abandonos de la isla incluidos, así como un indeseable eco mediático a nivel nacional que ensombrece el aura de isla VIP.

El descontrolado alquiler turístico ha contribuido a este desfase, al traspasar de forma desproporcionada viviendas del mercado residencial al turístico. Este alquiler vacacional regulado por ley permite a los distintos ayuntamientos el establecimiento de zonas en las que se pueda efectuar dicho tipo de alquiler. En Ibiza únicamente el Ayuntamiento de Sant Joan ha propuesto una zona, Portinatx.

En Eivissa tenemos un barrio, sa Penya, con una grave conflictividad relacionada con la venta y consumo de drogas, suciedad, marginalidad, abandono urbanístico, etc. El problema es arduo y difícil de resolver y, aunque poco a poco se ha está solucionando gracias a los esfuerzos de las distintas instituciones y particulares, el ritmo es excesivamente lento. Esta problemática contribuye a un estado de abandono de muchas edificaciones, así como una escasa demanda de viviendas residenciales en el mismo. De hecho, increíble y extrañamente, el Ayuntamiento de Eivissa dispone de dos viviendas vacías y una okupada.

Que nadie se lleve a engaño, para solucionar la problemática de sa Penya no existen varitas mágicas. Es necesaria una decidida y constante acción multidisciplinar en un largo transcurso de tiempo que implique actuaciones urbanísticas, sociales, policiales, legislativas, e involucre tanto a los organismos oficiales como a la inversión privada en recuperación del barrio.

En sa Penya hay muchas viviendas pendientes de una rehabilitación, que debido a la estrechez y forma de las calles, suele ser entre un 10% y 20% más cara que en el resto de la ciudad (por ejemplo, en muchos casos hay que transportar el material de obra a mano), y además está condicionada por unas normas PEPRI, que apostando lógicamente por una uniformidad y estilo en el barrio, encarecen las dichas reformas.

Una buena parte de esta necesaria remodelación no se efectúa por la falta de rentabilidad. ¿Si usted heredase un piso en la Penya de 50 mts2, invertiría 100.000 € en rehabilitarlo para su alquiler? Pues probablemente si pudiera recuperar la inversión sí, en caso contrario no. Así de sencillo. Y esa facilidad de recuperar lo invertido, la puede proporcionar el alquiler vacacional dados sus elevados precios en comparación al alquiler anual.

Si en este lugar en concreto, además del resto de actuaciones, se permitiera a través de un consensuado pacto político el alquiler turístico durante un plazo determinado de tiempo, por ejemplo 10-15 años, que favoreciera la inversión, no tengan ninguna duda que aumentarían sustancialmente las reformas y rehabilitaciones y por tanto se aceleraría la recuperación del barrio, se mejoraría la calidad de vida de sus habitantes y además se ahorraría dinero público.

El alquiler de viviendas residenciales con fines turísticos desvirtúa el mercado inmobiliario, pero en el caso específico de sa Penya, puede contribuir a su recuperación. Es evidente que existe un mantra negativo (ganado a pulso) sobre el alquiler turístico, y que provoca numerosos recelos. En este caso, desde una perspectiva objetiva, tenemos que elegir entre dogmatismo o pragmatismo, entre criticar el mercado o aprovecharnos de él, entre dejar que languidezca el barrio o sencillamente salvar el barrio. Muchos elegimos salvar sa Penya. ¿Y usted?