El Señor nos habla de la parábola de los talentos. El talento no era propiamente una moneda equivalía aproximadamente a unos 50 kilos de plata. En esta parábola Jesús nos enseña, en primer lugar, la necesidad de corresponder a la gracia con el máximo interés durante toda la vida. Hay que hacer fructificar todos los dones en el plano natural y sobrenatural que el Señor nos ha concedido. No se trata del número de cualidades y dones, sino del trabajo, amor y generosidad para hacerlos rendir. A quien mucho se le ha confiado, mucho se le ha confiado, mucho se le exigirá, a quien poco se le ha dado, poco se le exigirá. Hay que desenterrar los talentos y lograr que sean productivos.

A nadie, a ningún cristiano normal y corriente se le debe pasar desapercibido el hecho de que Jesús quiere explicar la doctrina de la correspondencia a la gracia. El Señor se sirve de las ocupaciones, de los trabajos ordinarios de cada día. Todos hemos de colaborar a la gracia según los talentos que hemos recibido. Que todo cuanto hagamos sea realizado con amor, con alegría y con recta intención. Recordemos las palabras de San Agustín: «Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti «. Es decir: si no quiero, si no correspondo a la gracia divina.

Hoy, por expresa voluntad del Papa Francisco celebramos la Jornada mundial de los pobres. El Santo Padre nos recuerda de esta forma que no amemos de palabra sino de obras. Hay un punto clave: el amor práctico al hermano necesitado es esencial. En el día del Juicio, dirá el Rey, o sea Jesucristo: tuve hombre y me disteis de comer, tuve sed, y me disteis de beber, estuve enfermo y en la cárcel y me visitasteis, estuve desnudo y me vestistéis.

Es tan importante este amor práctico al hermano necesitado que prescindiendo, haciendo caso omiso, olvidándonos de que Jesús nos dice que la ayuda material, moral o espiritual que hacemos realidad en la persona del hermano necesitado, es al mismo Jesús al que prestamos nuestra ayuda. Lo importante es amar con obras y de verdad. El hecho de hacer una obra buena al necesitado ya en ese momento se recibe un premio. Es la satisfacción y la alegría que se experimenta por la buena acción.

Siempre hay ocasión de hacer el bien. No se trata de una ayuda económica, a veces también hace mucha falta; pero lo verdaderamente eficaz es saber escuchar, guardar silencio, tener empatía con los más depresivos, ser comprensivos, ser amables, dar ánimos, dar consuelo, dar esperanza, dar amor. Hace muchos años un gran señor ibicenco, en Madrid, se encontró con un pobre que le pidió ayuda, dicho señor había dejado la cartera, y contestó al pobre: "Lo siento, hermano, pero no llevo dinero". La persona necesitada respondió: « Ya me ha dado bastante llamándome hermano». Hermoso ejemplo de generosidad y gratitud.