Ibiza fue un espacio donde distintas especies mantuvieron un sereno equilibrio durante siglos o milenios. Pero de repente alguien abrió la puerta y el pequeño solar se vio violado por centenares de nuevos inquilinos. Intrusos, en realidad.

Y así, estas plantas, estos animales están viviendo su agonía particular desde que a finales de los años Cincuenta se apostó por el turismo masivo, que en los últimos años se ha decantado por el narcoturismo. Entre unos y otros, las Pitiusas quedan inmersas en una dinámica bélica donde corre el champán y la sangre con generosidad. Son las víctimas de esa vorágine.

Por ello yo quería tener un pequeño recuerdo para estas otras víctimas. Empezando por los chafarrinones de erizos y jinetas (la genetta genetta) sobre el asfalto. Algunos amaneceres aparecen los asfaltos como la superficie de un cuadro abstracto informalista. Manchas informes y pieles retorcidas.

Muchos otros seres vivos acaban siendo víctimas de la contundente Ibizan way of life. Por ejemplo, las culebras que han sido trasladas a traición mientras dormían aletargadas en su tronco ahuecado de olivos transportados desde la Península. Esto es un desahucio en toda regla. No sabían los ofidios que en Ibiza no se andan con bromas. Al principio se hartaron de lagartijas azules, pero solo era el comienzo de su peripecia. Ahora se las caza (mal, según he leído) y se les da matarile.

Hay otras víctimas silenciosas, como las miles de palmeras que han sucumbido al picudo rojo. O los pobres árboles leñosos que nos dan fruta, que mueren agobiados por la xylella fastidiosa. O las gallinas y las abejas, víctimas del calor cruel.

En el trasfondo silencioso de cada verano, Ibiza queda sembrada de cadáveres.
@MarianoPlanells