Los catalanistas han alcanzado un grado tal de irracionalidad y furia que actúan como un toro en el coso: arremeten contra todo lo que se mueve. Pero sobre todo contra quien no les aplauda o como mínimo les dé un poco de razón. Porque es de lo que carecen y sienten la necesidad perentoria de reafirmarse en cada momento en sus delirios domésticos. Por eso solo van con otros catalanistas, solo leen su prensa de deformación endogámica y solo ven sus teles financiadas por la Generalidad. ¿Recuerdan el día en que 12 diarios publicaron el mismo editorial, al parecer redactado por el lacayo Juliana? Yo jamás había visto nada igual, ni siquiera en tiempos de su denostado Franco.

De repente les ha entrado un apretón y en vez de poner rumbo hacia su Arcadia feliz, que ellos llaman Ítaca, se han puesto a gritar a la policía y a la guardia civil, en unas actuaciones que ya han tenido consecuencias en la testa de sus dos fanáticos capitostes, los Jordis de Òmnium y ANC. De modo que han puesto rumbo opuesto a Ítaca y ya duermen en la cárcel de Soto del Real, donde han unido sus huesos al otro ínclito Jordi Pujol Ferrusola.

Hace poco, los catalanistas más recalcitrantes tuvieron un duro enfrentamiento contra El Periódico, al que, al parecer, todavía le queda un poco de vergüenza torera. Incluso iniciaron un boicot a la publicación. Su director Enric Hernàndez (se firma así, con el acento mirando hacia Ítaca) acaba de vengarse de la única forma que puede hacerlo un periodista: contando la verdad. Y ha escrito un artículo titulado Nos vais a dejar un erial.

Resumo libremente el primer párrafo: Miles de empresas en fuga, incluso las multinacionales y cotizadas en Bolsa, miles de millones catalanes transferidos a oficinas lejos de Catalonia. Inversores desinvirtiendo y largándose. Los inmuebles de lujo paralizados. Restaurantes vacíos, pedidos industriales cancelados, cierres de empresas, trabajadores brazos cruzados: paro, pobreza, desolación.

Y los perros insomnes ladrando en las terrazas, añado yo.