Todo cuanto está sucediendo en Cataluña resulta traumático. Traumático para los catalanes y traumático para el resto de los españoles.

Apenas nos estamos recuperando de las escenas de violencia cuando ya sabemos que algunas de estas son mentira puesto que son imágenes que se corresponden a otros sucesos y en otros momentos. Pero aunque sea así, aunque haya habido manipulaciones, lo cierto es que hubo cargas policiales contra quienes pretendían votar.

Sí, esos ciudadanos estaban cometiendo un acto ilegal pero es evidente la torpeza infinita de quienes dirigieron la operación policial. Esas escenas de violencia nunca debieron tener lugar.

Tampoco hay que olvidar la insubordinación de Trapero y de los Mossos a las ordenes dictadas por la Justicia, pero eso era algo de prever. Estaba claro que no se podía confiar en Trapero por lo tanto que la actuación de los Mossos iba a ser «huelga de brazos caídos». Hemos visto imágenes en la que los Mossos no solo no evitaban que se pusieran urnas sino que eran tratados como héroes precisamente y se burlaban de la Justicia. La actuación de los Mossos debería de tener una respuesta rotunda por parte del Estado de Derecho y el «mayor» Trapero debería de ser destituido inmediatamente. Quienes diseñaron el operativo del 1 de octubre deberían de haber tenido en cuenta que Trapero no solo no iba a colaborar sino que iba a obstruir la acción de la Justicia.

He escrito en otras ocasiones que no se puede equiparar la responsabilidad de Rajoy con la de Puigdemont, porque Puigdemont es lisa y llanamente el jefe de la sedición, de un golpe contra el Estatuto y la Constitución. Pero Mariano Rajoy está demostrando una enorme torpeza a la hora de dar respuesta a todo lo que esta pasando. En realidad su gestión del problema está resultando un auténtico fiasco.

Hoy la situación en Cataluña es mucho peor que antes del 1 de octubre y por tanto el Presidente de Gobierno no puede seguir de brazos cruzados. Tiene la obligación de tomar la iniciativa. Durante su intervención pública la noche del 1 de octubre dejó la puerta abierta al diálogo, pues bien, que lo ponga en marcha ya.

Y ese diálogo se debe de dar en el seno del Parlamento y con el concurso de todas las fuerzas parlamentarias.

La crisis institucional que estamos viviendo es de tal gravedad que es hora de tomar decisiones. La inacción no solo no es una estrategia adecuada sino que está agravando el problema.

Sin duda es complicado intentar razonar con personajes como Puigdemont y Junqueras que han hecho de la mentira y la xenofobia sus señas de identidad, y sobre todo porque ni ellos ni sus socios de la CUP quieren hablar ni negociar. Pero con ellos o sin ellos el Gobierno tiene la obligación de desbrozar la situación creada y buscar una solución.

Eso sí, espero que la ciudadanía tenga memoria y no olvidemos a quienes han querido acabar con el periodo más largo y fructífero en democracia y libertad de la reciente historia de España. Quienes se han empeñado en denostar lo que llaman el «régimen del 78» y los que están perpetrando desde Cataluña el «golpe» contra la Constitución son responsables de estar sumiendo a nuestro país en un situación indeseada.