Hace mucho tiempo que el Estado de las Autonomías está distorsionando y debilitando el Estado de Bienestar. No creo que exista en el mundo una división administrativa tan irracional e injusta como la española, tanto que está consolidando una España de ricos y otra de pobres o una España a dos velocidades. En esta coyuntura la careada igualdad de todos los españoles de nuestra Constitución es papel mojado. No existe tal igualdad en la práctica, porque parodiando a Orwell unos son más iguales que otros.

Ha resucitado de nuevo la desgraciada polémica de la obligación del catalán en la sanidad, como es de rigor cada vez que desgobierna el Pacto. Si se aplicara la lógica del sentido común el tema concluiría con facilidad en la solución aplicada por José Ramón Bauzá. Es decir, el conocimiento del catalán (llamemos así al mallorquín, menorquín e ibicenco en aras de la brevedad) es un mérito, pero no un requisito. Requisitos sí, saber anatomía, bioquímica clínica, o los conocimientos específicos de la especialidad, por ejemplo. Pero a mí qué me importa que mi cardiólogo sepa ruso, tenis o andorrano.

Cuando Giner de los Ríos, eximio fundador de la Institución Libre de Enseñanza, que educó mentes como Buñuel, Lorca o Dalí, le puso objeciones a Lenin sobre el sacrificio de la libertad en el proceso revolucionario, el comunista ruso le contestó: «Libertad... ¿para qué?».

En el complejo manejo de la medicina lo último que se necesita es la agobiante y obsesiva presencia del catalanismo, que ya ha demostrado con creces a lo largo de más de cien años, su peligroso sectarismo y sus altos niveles de ineficacia en casi todo lo que toca. No hace ninguna falta el catalán en la sanidad de Baleares. Bien está que se sepa menorquín o formenterense. Pero no es estrictamente necesario y es una postura muy negativa el exigirlo a excelentes profesionales que provienen de otras zonas de España/Europa. Aparte, el idioma oficial común a todos es el español. Nos basta y nos sobra.

@MarianoPlanells