Podemos jugar con fuego, pero tiene sus riegos y los conocemos, porque Baleares ya es un mercado maduro y muy experimentado en el turismo. Hemos pasado por la árida travesía del desierto y muchos empresarios dejaron la piel y parte de su patrimonio en el envite. Pero es que ahora están abusando de los últimos seis años de bonanza y de récords acumulados. Hasta la temporada 2011 pasamos una época de al menos cuatro años muy duros. Y hay que recordarlo. Desde entonces, a medida que se iban extendiendo por el Mediterráneo las “primaveras árabes” (experimentos fallidos y peligrosos, que ahora sabemos alentados cuando no financiados por Soros y gente de parecida calaña) iban aumentando las llegadas a nuestros aeropuertos. Por mi experiencia saharahui, siempre recuerdo que fue en los campamentos de El Aaiún, diciembre de 2010, cuando se iniciaron los incidentes violentos. Y siguió Túnez. A partir de ahí, los hoteles baleáricos empezaron a llenarse a un ritmo sospechoso, al tiempo que saltaba por los aires el statu quo del mundo árabe. Muchos ilusos creyeron que llegaba la democracia árabe. Desde luego no conocen el Islam, su ley islámica, Sharia, con un profundo odio enraizado hacia las libertades liberales de la Unión Europea. Pero nadie se preocupó: Se estaba ganando dinero a punta pala. Siete años después, el mercado nos ha dado varios avisos inequívocos. Los atentados de Túnez ya nos debieran haber alarmado. Necesitábamos el de las Ramblas para aprender la lección. En el plano doméstico, los planes de ocupación hotelera y de viviendas turísticas tampoco cumplieron las expectativas. Pero la iniciativa privada reaccionó bajando precios. Quienes no se han enterado son los irresponsables del Govern Balear. Aún no.
@MarianoPlanells