Según medios afines al catalanismo, tanto el FBI como la CIA y Scotland Yard (entre otros cuerpos menos prestigiosos como los de la policía uzbeca, la birmana y la de Tasmania), se han apresurado a desplazar a sus más brillantes sabuesos a Cataluña para tomar ejemplo de la impecable actuación de sus Mossos D’Esquadra. El problema es que como lo que han hecho los mozos ha sido, en realidad, batir el récord mundial de pifias e incompetencia, la verdadera razón del desplazamiento esté en un fenómeno digno de estudio … para tratar de evitarlo en sus respectivos países.

Según mis noticias, esos extranjeros tratarán de descubrir cómo es posible que a un cuerpo policial tan eficaz, lúcido y mundialmente prestigioso como el de los Mossos D’Esquadra les haya pasado desapercibida durante medio año la llamativa actividad de terroristas capaces de ocupar un chalet cuya usurpación fue denunciada sin consecuencia, su capacidad de almacenar un centenar y medio de bombonas de butano en propiedad ajena (casi a bombona por día de estancia), interpretar después que su explosión fue un simple «accidente doméstico» pese a la humareda de color blanco, permitir que uno de los terroristas se saltara un riguroso (?) control tras un atentado, asesinara a un ciudadano y desapareciera durante varios días y demás éxitos policiales que son hoy el pasmo de Occidente y de los que la Generalidad no cesa de vanagloriarse.

Tal vez si esos expertos extranjeros hubieran conocido las fabulosas y nunca bien ponderadas andanzas de Mortadelo y Filemón, Agencia de información, hubieran podido comprender la magnitud de la tragedia sin necesidad de desplazarse al territorio de una comunidad autónoma que aspira a ser nada menos que un Estado soberano «miembro de la Unión Europea» (?) y ejemplo de la lucha contra la corrupción, como demuestran las impecables conductas de sus patrióticos dirigentes que, tras reducir la valoración («rating» para cursis) de su deuda al nivel de la Togo, se apresuran a colocar patrióticamente el fruto de sus rapiñas en selectos paraísos fiscales del extranjero.

Se necesita mucha sinvergonzonería y no menos subnormalidad (los dos ingredientes básicos de la cultura socialdemócrata actual, según el maestro Ruíz Quintano) para pretender que tal acumulación de errores, fruto de una incompetencia clamorosa, se convierta en éxito de un cuerpo policial cuyos gorritos de su uniforme de gala ya dan idea de su irremediable mortadelofilomenez.

Pero da lo mismo. Los nacionalistas son inasequibles al desaliento como los viejos falangistas: siguen y seguirán postulando en vano una soberanía tan prehistóricamente inexistente como inalcanzable en el futuro y de la que, precisamente, se nutren y prosperan en el presente, con la complicidad delictiva de un Gobierno central que ha hecho del sesteo y el culto al papel de fumar una virtud política hasta ahora inédita.