Viajar a Ibiza es viajar a la primordialidad del ser, su belleza de isla arcaica, su historia geológica que habla de acontecimientos misteriosos que la poblaron de aves, esas que hablan del paraíso, no deja de sorprender una y otra vez, produciendo una reminiscencia atávica, un regreso al hogar profundo de un corazón conectado al macrocosmos.

Voy aumentando en cada visita una historia de amor que se enciende ante sus atardeceres, ante ese vaivén rítmico de la luna en las olas batiendo las playas. Todos aman Ibiza, pero no todos son merecedores de su amor, pues se comportan con fealdad ante el eterno femenino que despierta su belleza.
No saben venerar lo que su irradiación despierta, lo afean con sus actitudes de exceso, en todos los ámbitos se exceden, pues el deseo que la belleza produce es fácil que se pervierta en algo ávido y oscuro, si no se religa instante a instante a la conciencia del don.

Y el don de Ibiza es excelso. Sus formas amables, sus lindas lomas, jalonadas de pino pirófago, amante del fuego, cayendo a veces en acantilado suave hacia las aguas cristalinas, azuladas por la venerable posidonia; su primigenia y enjuta arboleda que susurra coros de ángeles en las brisas del anochecer, acompasados a los coros de Poseidón, o el espejo prístino en el que se acuesta el sol derramando sabanas de fuego sobre sus crestas de ola, o el don del silencio que produce en el alma cielo, mar y roca.

Todos esos dones se violentan por la avidez que corre el alma de un más que no sacia, que precipita hacia un futuro de mieles posibles que nunca colman, pues la miel ha de producirla la conciencia cuando se posa en su asiento natural, la paz de espíritu, esa paz que reconoce que el paraíso, está aquí, está aquí, está aquí.
El aquí de Ibiza se concentra en un ahora que se hace eterno y en esas horas sin tiempo he podido trabajar sin sentir que trabajaba sino que celebraba la alegría de las flores, que valientes atraviesan la escasez de lluvia de una isla que llora por agua. Agua despilfarrada por un turismo que no atiende a las razones de la amada Gaia.
Durante estos días benditos he fortalecido lazos con la hermana de Ecocentro en Ibiza, una deliciosa casa payesa antigua, con sus viguerías de sabina, dura y prieta como quien se viste de rocío para medrar en la sequía. Y he vuelto a encontrar lo que tengo en Madrid, un hogar por el que deambular, comer delicioso gracias a la maestría de José y su equipo, ser atendida con afecto por Cristina, celebrar la música gracias a la atenta tarea de María Muñoz de buscar las joyas del arte de la isla.

Hemos realizado un nuevo programa “Salud en el plato” para hacer honor a Hipócrates y su sentencia de que el alimento sea nuestra medicina, uno de los ejes del proyecto Ecocentro con una mujer preciosa preñada de Luna, Adriana Molina y dos entrevistas para nuestro programa Hilo de Ariadna a dos amantes y nativos de Ibiza, en la búsqueda de ensalzar la joya de esta corona con la que se viste el mediterráneo.

Una entrevista sobre la naturaleza sagrada de la isla y su historia geológica con Jaume Estarellas, biólogo, especialista en biodiversidad y en cultivar esa mirada contemplativa, la única capaz de salvar el mundo. Que publicaremos próximamente.

Y otra a Marcos Tur Witt, un permacultor con el que comparto el amor a una disciplina, mitad arte, mitad ciencia que está llena de promesas, de estrategias para construir en medio de la debacle un arca de Noé, que salve las especies de flora, fauna y humanidad con las que volver a empezar, después de este diluvio de fuego que por ciclo cósmico parece que nos toca sufrir.

Os invito a rediseñar con nosotros promesas de futuro para una isla que pide desesperadamente voluntad para el cambio hacia la sostenibilidad, hacia la alianza que nunca debió de romperse entre el Hombre y la Tierra.
Os invito a hacer revoluciones cotidianas, a compartir nuestra plática en el jardín encantado de Ecocentro Ibiza, a apoyar a los proyectos que siguen la senda del buen camino, un turismo que tenga en cuenta a la tierra. Lugares que apuestan por hacer empresa desde otros lares, que financian palabras para cambiar el mundo