Ocho veleros fueron empujados por la fuerza del viento y acabaron varados sobre la arena de Cala Saona en Formentera y otros embarrancados. Se diría que los estaban patroneando auténticos irresponsables, porque yo, que no tengo barco pero sí una terraza, procuré al ver los avisos meteorológicos y las alertas lanzadas por las autoridades desde dos días antes, dejarlo todo recogido para no lamentar ningún daño. Pero allí estaban ellos, fondeados tan ricamente en las aguas azul turquesa de la Pitiusa menor que o bien ignoraron los avisos, lo cual en gente del mar es preocupante, o bien no se enteraron del peligro que corrían, que es casi peor. Recuerda a aquellos que viendo la bandera roja en la torre del socorrista, pasan de todo y se meten en el agua a nadar. No solo se arriesgan ellos, sino que de paso ponen en peligro a los rescatadores, obligados a salir en su auxilio por la pura negligencia de gente inconsciente. Y me pregunto qué consecuencias tiene para los patrones de las embarcaciones antes citadas, haber actuado como lo hicieron y haber quedado varados en una playa. ¿Les expedientará Capitanía Marítima? ¿Les retirarán el título que les habilita para gobernar una embarcación al menos temporalmente, como sucedería en el caso de conducir un coche? Ya lo dudo. Si echan el ancla sobre un palmo de Posidonia, tendríamos a todos los gens y prous y terrasferidas y marsblavas exigiendo la cabeza del irresponsable de turno, pero como no ha sucedido tal catástrofe medioambiental y ecológica, pues no pasa nada. ¿Qué decir del patrón del velero que pidió auxilio para entrar en el Puerto de la Savina y acabó hundido? Si con el perjuicio causado con la suspensión del tráfico de mercancías a este lobo de mar no le vuela la licencia, entonces que lo nombren capitán marítimo o mejor director general de la Marina Mercante.