Mae de la Concha aspira a convertirse en secretaria general de Podemos en Balears cuando el actual dirigente, Alberto Jarabo, dé un paso atrás. Se dice de ella que es la candidata de la continuidad, o sea, que con ella con habrá supuestos problemas experimentales como los que algunos auguran si la que finalmente se impone es su rival, la «anticapitalista» Laura Camargo. Lo entrecomillo porque a día de hoy no sé qué puede significar algo así. ¿Acaso hay forma humana de escapar del capitalismo viviendo aquí y ahora? Yo creo que no es que sea difícil, es que resulta imposible.

Pero volvamos a Mae. Tiene 63 años, así que ya está de vuelta, con la mirada puesta en la jubilación. Un retiro que supongo será dorado ya que lleva un año como diputada en el Congreso y probablemente le esperan un par más. Asturiana de nacimiento, parece un culo inquieto, porque con 16 años emigró a Francia –todavía España estaba en pleno franquismo– y de vuelta ha vivido en León, Barcelona, Santander y por fin Ciutadella, donde se estableció hace más de treinta años. Mae ha protagonizado un debate en el que ha establecido las pautas de sus creencias y ambiciones. Añora el estilo de vida de antes, cuando comprábamos en el pequeño comercio, dedicarse a la agricultura y la ganadería era una opción viable y las omnipresentes franquicias no lo habían invadido todo. Así que reivindica ese retorno al pasado feliz, al tiempo que ella misma explica que regentó durante años en Menorca una librería que resultó ser un «negocio ruinoso» y se vio obligada a compaginarlo con otras ocupaciones para seguir adelante.

Así las cosas y habiéndolo vivido en carne propia, ¿cómo es que propugna el retorno a tiempos pasados? Si el pequeño comercio no logra sobrevivir es simple y llanamente porque al consumidor de hoy lo que venden en esas tiendas no le interesa lo suficiente como para hacer una caja rentable. Son las leyes del mercado, injustas si quieres, pero mandan. Las franquicias que funcionan lo hacen porque gustan. También las hay que fracasan. Igual que el dvd acabó con el vídeo e internet ha acabado con el dvd, el mundo sigue girando y, aunque nos pese, mucha gente prefiere comprar un libro en una gran superficie que en una librería de barrio. ¿Es triste? Decirle adiós a algo querido siempre lo es.