Ibiza es una isla tolerante y acogedora donde rige la máxima de Vive y deja vivir, pero por favor no des el coñazo. Sus nativos, descendientes de fieros corsarios, pasaron de la defensa al ataque cuando se hartaron de ser esclavizados por los piratas berberiscos. Entre los primeros viajeros, artistas en vida y obra (antes de la invasión turística que revolucionó la economía), siempre hubo un sentimiento gozoso de haber encontrado una armoniosa Arcadia, y se enamoraron de unas gentes sencillas con orgullo y sentido del honor que dejaban abiertas las puertas de las casas, pero se mataban por el amor de una al.lota.

¿Por qué entonces esta moderna invasión vandálica de cretinos que actúan como si tuvieran derecho a sus groserías? Un bobo cainita, en vez de veranear junto al mausoleo de Lenin, hace una cobarde pintada sobre los nombres de los mártires en la Catedral; los capitanes de los supositorios náuticos (fast ferry) que entran en San Antonio provocan a diario peligrosos tsunamis que despellejan a los bañistas; algunos residentes y forasteros son auténticos cerdos y los servicios de limpieza, insuficientes; los decibelios de la música electrónica de tanto zombi sin ritmo, etcétera.

La única forma de parar tal vandalismo es recuperar el valor y la cortesía antigua, que la sociedad actúe y sepa cantar las cuarenta a los cabrones que no se merecen estas islas. El hacer cumplir las ordenanzas también ayudaría.

Si los bárbaros (de cualquier latitud) quieren estar aquí, que se civilicen.