Los hoteles sufren para poder llenar sus habitaciones, los restaurantes sufren para llenar sus mesas. Quienes están en primera línea de la trinchera turística están pinchando en plena temporada, la que iba romper la barrera del sonido y todos los récords históricos.

Pero no todos sufren por hacer caja. Las discotecas están a reventar, los taxis piratas no dan abasto y cada vez vienen mejor equipados a hacer su particular agosto los traficantes se han repartido la isla y quien no cumple el pacto es apuñalado o tiroteado en plena vía pública.

Estos cambios acontecen ante la vista de las autoridades todas, que en general prefieren pasar por desavisadas (no voy a emplear el adjetivo tontas, porque no lo son) antes que tomar las medidas que deberían haber tomado ya hace por lo menos 20 años. Son felices, porque siguen creyendo que el sueldo es bueno y el máximo compromiso es organizar los desfiles de moda o ir cortando cintas en las inauguraciones. En la Ibiza del siglo XXI necesitamos otro tipo de políticos.

Ibiza ha caído en oscuras manos de bandidos y la estamos perdiendo.

Ahora los restaurantes descubren que los mecanismos del mercado funcionan. Hay una oferta y una demanda y el mecanismo es implacable. Los restaurantes, como muchos hoteles, han subido precios de forma escandalosa porque piensan que llenan igualmente. Ellos verán qué hacen ahora. Supongo que muchos supermercados estarán encantados de vender cajas de cerveza y muchas galletas.

Antes existía un rito en aquellas visitas al puerto, una zona acogedora, bien de precio, muy segura y excitante. Los restaurantes han de preguntarse ¿lo sigue siendo hoy? ¿De verdad nos interesa en mantener la isla en forma de gran discoteca?
@MarianoPlanells