El 1er Mandamiento de la Ley de Dios es “ amarás a Dios sobre todas las cosas”. Las palabras de Jesús que acabamos de escuchar en el Evangelio, es evidente que no entrañan ninguna contradicción entre el primer y el cuarto mandamiento. Simplemente señalan el orden que ha de guardarse. No podemos amar a Dios verdaderamente, si no amamos a nuestros semejantes. Debemos amar a Dios con todas nuestras fuerzas, y también debemos amar y respetar- en teoría y en la práctica- a esos padres que Dios nos ha dado y que generosamente han colaborado con el poder creador de Dios para traernos a la vida, a los cuales debemos tantas cosas. Pero el amor a los padres no puede anteponerse al amor de Dios. Los padres deben saber que los hijos son de Dios en primer lugar, y que por tanto Él tiene derecho a disponer de ellos, aunque esto suponga un sacrificio, heroico a veces. Dios nunca se deja ganar en generosidad. El Evangelio da a entender que seguir a Cristo cumplir su palabra, significa arriesgar esa vida para ganar la eterna. Sólo quien se olvida de sí, y se entrega a Dios y a los demás- también en el matrimonio puede ser feliz. Ahora bien, quede claro que la vida cristiana es sacrificio y abnegación. No hay cristianismo sin Cruz.

En el versículo 40 de este Evangelio escuchamos como Jesús dice a sus discípulos: Quien a vosotros recibe, a mi me recibe, y quien me recibe a mi, recibe al que me ha enviado..

Para persuadir a los demás a que reciban a sus discípulos, el Maestro declara que hay una cierta identidad entre Él y sus discípulos. En alguna ocasión cuando uno va por la calle y le dicen la hermosa frase. “Vaya usted con Dios”. Si se da la circunstancia de que llevo el Santísimo Sacramento para algún enfermo o impedido, pienso, ciertamente voy con Dios. Además el sacerdote cuando celebra los Sacramentos, lo hace en la persona de Jesucristo. En efecto, cuando consagra, no dice: esto es el Cuerpo de Cristo, esta es la Sangre de Cristo, sino que dice: esto es mi Cuerpo, esta es mi Sangre. ¡ Que maravilla es la Eucarístia!. Con profunda fe los católicos debemos adorar a Jesucristo en la Santísima Eucaristía.