Empiezan a dar sus frutos envenenados las décadas de sometimiento a sistemas educativos perversos perpetrados por políticos irresponsables incapaces de comprender que las primeras víctimas de sus despropósitos serían ellos mismos y en el pecado empiezan a llevar hoy la penitencia.

No se trata de un fenómeno específicamente español porque está proliferando en Europa, pero en nuestro país podría adquirir tintes trágicos ante ese empeño por falsificar hechos históricos constatados; ya lo señaló Ortega: el nuestro es el único país en el que no sólo se ponen en entredicho ideas y opiniones, sino también hechos. Así, va a resultar que la Reconquista fue un empeño insidioso (Cebrián dixit) de siete siglos porque la convivencia con el invasor islámico era modélica y pacífica; así, el Descubrimiento de América desembocó en un genocidio, como atestiguan las decenas de millones de nativos que forman la abrumadora mayoría de las poblaciones de las repúblicas sudamericanas; así, la II República fue un régimen de democracia ejemplar en el que no existieron ni los trágicos acontecimientos de 1934 ni el fraude masivo de las eleciones de 1936. También la Transición acabará siendo una ladina conspiración franquista y la Constitución española masivamente refrendada por el pueblo español en su conjunto y por el de Cataluña en particular, un intolerable corsé que coarta las aspiraciones de una parte de la clase política creada por ella. Por último, ¿cómo no?, Franco ofreció a Hitler disponer del territorio español a cambio de una serie de contraprestaciones que el dictador alemán estaba dispuesto a concederle (!).

Conviene que vayamos preparándonos para una inevitable degradación de nuestra convivencia porque estas generaciones ignorantes y desinformadas que sueñan con el revanchismo ocupan hoy ya puestos de relevancia en las instituciones que pretenden liquidar para instaurar un régimen antidemocrático y totalitario en el que quienes detentan el poder se creen legitimados para aplastar al disidente, al estilo venezolano, cubano o norcoreano. Lo síntomas están ahí: descerebrados que celebran la muerte de un torero en la plaza, malnacidos que se amparan en la libertad de expresión para injuriar sin medida, individuos que reaccionan violentamente cuando se les reprochan comportamientos incívicos etc. De aquellos polvos de la LOGSE vienen estos lodos podemitas, porque se necesita ser muy ignorante para atribuirle a Einstein la ley de la gravedad o a Kant una inédita «Ética de la razón pura», como hizo no hace mucho un tal Pablo Iglesias que dice ser profesor universitario. Tiene razón la profesora Roca Barea cuando asegura que siempre ha habido analfabetos, pero nunca antes habían surgido de las universidades.