Hay que tomarse la vida como venga, con sus paradojas, imprevistos y accidentes. Sin caer en el laxismo o en la resignación, cuando te dicen que por ley se deben talar todos los árboles a la redonda en un radio de cien metros, pocas palabras se te ocurren. Se sabe que la Xylella fastidiosa no negocia ni hace rebajas. Los árboles adyacentes al contaminado, acabarán tomados por el parásito y se perderán de todos modos. La erradicación de los afectados por la bacteria parece inevitable. Un desastre anunciado.

Tampoco alterará el paisaje de los frutales, siempre que se actúe con presteza y contundencia. En realidad, a muchos miles de árboles pitiusos no los ha matado la Xylella, sino el abandono y el manfutisme. La vida nos ha cambiado totalmente la noción del tiempo y del espacio y hoy son pocos quienes deciden mantener la finca en activo. Simplemente no se piensa en perder el tiempo en ello.

Uno siente envidia ante estos planes de siembra de almendros en los valles extremeños. En apenas 5 años han prodigado este fértil árbol a un ritmo de mil hectáreas por año. Son palabras mayores. Palabras como guara, antoñeta, penta, vayiro, soleta o tardona, variedades que ya empiezan a ser populares entre los agricultores. Todo vendido y a buen precio.

La plaga vegetal más peligrosa de Europa ya está instalada en Baleares, en unos 300 casos conocidos, con 64 en Ibiza, aunque se supone que serán muchos más. A partir de aquí los protocolos de la UE serán muy estrictos y es probable que perdamos energía y dinero arrancando los olivos y los almendros, en vez de arrancar las pancartas publicitarias que afean toda la isla.