Jesús manda a sus discípulos que no tengan miedo a las calumnias o murmuraciones. Llegará un día que todo quedará al descubierto. Los que son de Dios pueden ser presentados como si fueran malhechores por los que usan maliciosamente la mentira y la calumnia. Cristo manda también a los Apóstoles que hablen con claridad, abiertamente. Los Apóstoles, después de la venida del Espíritu Santo han de predicar a plena luz, lo que Jesús le ha ido dando a conocer.

También a nosotros nos toca hoy continuar manifestando sin ambigüedades toda la doctrina de Cristo, sin dejarnos llevar por falsas prudencias humanas o por miedo a las consecuencias.

La Iglesia enseña con claridad las Verdades Eternas. Enseña que existe el infierno, donde reciben castigo eterno las almas que mueren en pecado grave ( Mt. 5,22-29 y Lc.12,5- Lc.16,19-31).

El Señor previene a sus discípulos contra el falso miedo. No hay que temer a los que solamente pueden quitar la vida del cuerpo. Sólo Dios es quien tiene poder de arrojar alma y cuerpo en el infierno. Por eso el verdadero temor y respecto lo debemos a Dios. El santo temor de Dios es un intenso amor al Señor, porque es temor de ofenderle. Temer y honrar a Dios, Juez Supremo; pero no a los hombres. Los mártires son los que mejor han vivido este precepto del Señor; sabían que la vida eterna valía mucho más que la vida terrena.

Decía también Jesús , ¿ no se vende por un as un par de pajarillos?. El “as” era una pequeña moneda de ínfimo valor. Cristo emplea esta imagen para expresar el inmenso amor que tiene Dios a su criatura. Si los pajaritos no dejan de estar bajo providencia y cuidado de Dios, ¿ cómo vosotros, que por la naturaleza sois eternos podréis temer que no os mire con particular solicitud Áquel a quien respetáis y amáis como a vuestro Padre?.

Una vez más Jesucristo nos habla de la divina Providencia. A todo el que me confiese delante de los hombres, también yo le confesaré delante de mi Padre que está en los Cielos. Con estas palabras Jesús nos está enseñando que la confesión pública de la fe en Él es condición indispensable para la salvación eterna. Jesús recibirá en el Cielo, tras el Juicio , a los que dieron testimonio de su fe, y condenará a los que cobardemente se avergonzaron de El ( Mt. 7,23;25,41).

Bajo el nombre de “confesores” la Iglesia honra a los santos, que sin haber sufrido martirio de sangre, con su vida, dieron testimonio de la fe católica. Los cristianos debemos vivir nuestra fe con alegría y evitando el miedo y el respeto humano.