Me gustaría saber si al final sobrevivieron las últimas cuatro cabras de Es Vedrá, un rebaño reducido por la cruel cacería oficial que todos recordamos con enorme tristeza e impotencia, y más sabiendo que era posible sacarlas del islote ahorrando mucha o toda la munición derrochada. La incompetencia inefable de este pacto de perdedores de tener barra libre no dejarían nada en pie. No respetan nada.
Aquel hermoso rebaño, por otra parte de tan nefastos efectos sobre la vegetación, no tenía dueño ni dueños. A la hora de la verdad ningún josepino quiso hacerse cargo ni se dio por aludido. De manera que esas cabras (¿de verdad había un centenar?) podrían haber pasado a formar parte de un escuadrón ecológico de nuestro Consell de Ibiza. La cabra es un limpiador nato de maleza y bosque bajo que forman la base propicia para los incendios.
En los últimos años he sugerido que se usaran de forma intensiva dos nobles animales con gran arraigo en Ibiza: los asnos y las cabras. Pero no hay manera.
Mira que se han invertido euros en fincas experimentales y en puñetas que a lo mejor han sido muy interesantes. En tal caso ¿qué problema habría en emplear diversos rebaños de cabras para mantener limpias las riberas, cunetas y zonas sensibles de nuestros bosques?
Recuerdo cuando Sergio Oller, un pastor oscense profesional residente en Ibiza propuso crear una escuela de pastores que trabajaran diariamente en una tarea que ya se hace tan urgente como imprescindible. Nadie atendió. Entonces tenía 31 años, ahora ya debe tener 37. Pero da igual, los bosques siguen hechos un asco. Hasta que se prenda fuego media isla. Más vale derrochar que prever, según ellos.