La pasada semana se convirtió en viral un vídeo grabado por un pasajero de un vuelo entre el Reino Unido e Ibiza en el que una pareja se mostraba demasiado cariñosa para lo que suele ser habitual en el interior de un avión. Rara es la semana que los medios de comunicación no se hacen eco de algún incidente relacionado con vuelos con procedencia o destino Ibiza en los que los protagonistas suelen ser viajeros con alguna copa o pastillita de más.
Muchos de los problemas que padecemos actualmente en nuestras islas –saturación, consumo de recursos hídricos, construcción descontrolada en el litoral o el aumento de la inseguridad– están provocados en mayor o menor medida por el aumento superlativo en la llegada de turistas a la isla. ¿Y cuál es el factor clave en este incremento en el número de visitantes? Yo lo tengo claro: la implantación del euro y las aerolíneas low cost. A principios de la última década del siglo pasado, comprarse un billete de avión suponía un auténtico dispendio económico para las familias y funcionaba como un filtro turístico perfecto. Sin embargo, ahora compramos un vuelo como quien baja a comprar el pan. La posibilidad de volar a precios bajísimos ha permitido a mucha gente poder conocer países y culturas que 30 años atrás sólo estaban al alcance de algunos privilegiados, por lo que llegar hasta Ibiza y Formentera también está desde hace muchos tiempo al alcance de todos los bolsillos y, por lo tanto, de la peor chusma procedente de la Península y del resto de Europa. ¿Y si volar volviera a ser cosa de ricos?