Con el breve pasaje del Evangelio que se ha proclamado, termina el Evangelio según San Mateo. Los discípulos viendo al Resucitado, lo adoran, se postran ante Él como ante Dios. Les sobrecoge el asombro y la alegría ante la maravilla que sus ojos contemplan que parece casi imposible, si no lo estuvieran viendo. No se trata de una visión o de una imaginación . Se trata de una realidad. El Maestro les habla con la majestad propia de Dios: “ Se me ha dado todo poder, en el Cielo y en la Tierra” “Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espiritu Santo”. Jesús enseña a sus Apóstoles que el poder que ellos van a recibir para realizar su misión universal, deriva del propio poder divino. Recordemos que la autoridad de la Iglesia, en orden a la salvación de los hombres, viene de Jesucristo directamente, y que esta autoridad, en las cosas de fe y moral, está por encima de cualquier otra autoridad de la tierra. Los Apóstoles, y después de ellos sus legítimos sucesores, los obispos, reciben el mandato de enseñar a todas las gentes la doctrina de Jesucristo. La misión de la Iglesia es la de continuar por siempre la obra de Cristo. Esta misión que durará hasta el fin de los tiempos, y que para llevarla a cabo, el mismo Cristo resucitado y glorioso promete acompañar a su Iglesia, y no abandonarla . “ Sabed que yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”.

Cristo comunica a los Apóstoles y a sus sucesores el poder de bautizar, es decir, de admitir a los hombres en la Iglesia, abriéndoles el camino de su salvación personal. La misión que, en definitiva, recibe la Iglesia en este final del Evangelio de San Mateo, es la de continuar por siempre la obra de Cristo: enseñar a los hombres las verdades acerca de Dios, ayudándoles sin cesar con la gracia de los sacramentos. De ahí que la Iglesia, con la ayuda y asistencia de su Fundador Divino, está segura de poder cumplir indefectiblemente su misión hasta el fin de los siglos. Por tanto, tengamos en todo momento, mucha fe y confianza en Dios, en Jesucristo y en la Iglesia que es una, santa , católica y apostólica en cuyo seno queremos vivir y morir.