Hace unos años el servilismo de los medios de comunicación en Cataluña era tal que meterse con Jordi Pujol era atacar las esencias y la identidad de «tot el país». No hace falta recordar todas las acusaciones vertidas contra Pujol y su familia, ni tampoco que durante años ningún medio catalán se enteró de los negocios turbulentos del clan. Nadie en Barcelona vio, al parecer, los coches de lujo que utilizaba el primogénito de los Pujol. Es prematuro hacer similitudes, pero lo que pasa en Formentera me recuerda un poco a lo vivido en Cataluña. Atacar a Jaume Ferrer, presidente del Consell, y a su gobierno es como atacar a todo el pueblo de Formentera. El viernes todos los medios hacían un gran despliegue con las palabras de Ferrer, que acusó al portavoz del PP de mentir sobre unas insinuaciones en relación a trato de favor del Consell con amigos y familiares. La versión de Alcaraz quedó diluida, por supuesto. ¿Cómo se había atrevido a insinuar amiguismo en el Consell? Había que destacar la firme postura de Ferrer, el «nostro president», muy ofendido el hombre. Al día siguiente supimos que el Consell contrató dos veces, y ahora una tercera, a un gabinete de arquitectos de Rotterdam donde, curiosamente, trabajan el cuñado y la hermana del gerente. Eso sí que es un buen titular. Pues no. La noticia, días después, es que el gerente vincula las acusaciones sobre irregularidades (nadie en esta casa ha dicho que fuese irregular) con unos programas de la TEF de hace dos años. Me temo que en Formentera podríamos encontrar muchos episodios como los del gerente, quizás no tan descarados, pero el problema es que no hay el más mínimo interés en conocer la verdad. Como en Catalunya, que en Formentera todo siga igual muchos años más. Amén.