Aquí está la vida, aquí hay que danzar. Es una interpretación libre del Hic Rhodus, hic salta que recomendaba el viejo pagano Goethe. El sabio hedonista Zorba el Griego bailaba siempre, tanto para celebrar sus alegrías como exorcizar sus tristezas. Porque de todo hay en este misterio divino que nos envuelve y forma que llamamos vida.

«La vida es algo maravilloso, joven, siento mucho que para usted no lo sea», respondió un glorioso payaso a un joven periodista. Si no encuentras la alegría en esta tierra, búscala hermano más allá de las estrellas, pero no me des el coñazo. Posiblemente sea la actitud alegre la forma más elegante de vivir. El esclavo Epícteto (todo está en los clásicos, todo es un eterno retorno) nos dio sabias lecciones al respecto. Y hasta el cínico señor de Voltaire sentenció que prefería ser alegre porque es mejor para la salud.

El dios Bes da nombre a la isla de Ibiza. Es una cachonda divinidad que recomienda la danza, la risa y el sexo como modus vivendi. Sin duda es fundamental en la concepción lúdica pitiusa. En la danza se refugian también los desesperados que se sienten desplazados con los valores dominantes del mundo. Isadora Duncan bailaba descalza y Nijinsky componía sus agónicos diarios como gravitaba en sus piruetas.

Os animo a vivir danzando más allá de la dictadura de los monocordes ritmos electrónicos (el machacón sieg heil). Danzad para engrandecer el corazón o para encontrar a Dios en las vueltas derviches.