Ya no se dice aquello de 'todo por la patria'. Cualquiera se atreve. Pero basta cambiar el sustantivo patria por el topónimo Cataluña y una minoría adoctrinada sonríe feliz, cual enjaulada perdiz. Porque están enjaulados, programados, uniformados. Y aquí llega la paradoja. Viene Mariano Rajoy y les hace caso, les suelta la pasta a los catalanes, y el gobierno del Pacto se enciende de rabia. O lo parece, porque yo pienso que están contentos en el fondo de que los miles de millones que debieran de haberse repartido entre el resto de españoles (los ibicencos entre ellos) hayan terminado en la hucha en forma de cerdo de Junqueras.

Las Baleares no existen sino para ser ordeñadas, lo cual no me importaría demasiado si las necesidades básicas del Archipiélago estuvieran cubiertas. Pero es que ni agua, oiga. Y luego la confusión tremenda: ya que unas miles de empresas pagan cifras astronómicas de impuestos, se supone que el millón y pico de baleáricos nadamos en la abundancia. Nadie te creerá si les dices que hemos de beber agua de garrafa desde hace décadas o que la gasolina de las Pitiusas es la que más cara se vende de toda Europa, Asia, África, América, incluyendo la Antártida y el Polo Norte.

No es solo el precio de la vivienda en alquiler o en propiedad, suponiendo que la haya. Es todo. Los precios de Ibiza y Formentera son un atraco continuo, ya desde que salen los productos desde Valencia, Tarragona o Barcelona. O los pasajes.Da igual que mande el Pacto de Perdedores o el Partido Popular de los especuladores: vivir en Ibiza empieza a ser tan complicado como establecer una colonia humana en Marte. Ya aburre hasta contarlo.