Gracias a la clarividencia de nuestra clase política podré morir habiendo cumplido uno de mis más firmes y prolongados anhelos; son muchas las noches de mi vida que han transcurrido en blanco sin que pudiera conciliar el sueño pensando en el sufrimiento atroz de mis semejantes y en la manera de ponerle coto; ahora, al fin, tras décadas de gran inquietud, quebranto y zozobra de mi exacerbada sensibilidad, mis más nobles aspiraciones se han visto al cabo colmadas. Nuestra injustamente denostada clase política ha demostrado que problemas como el paro, el terrorismo, la inmigración y la corrupción no son sino peccata minuta si se comparan con los que acaba de abordar con tremendo coraje, enorme lucidez y firme determinación. ¡Gracias de todo corazón señores diputados! Por fin podré morir reconfortado; que no se diga que no sois los más progresistas, audaces y adelantados del Universo Mundo; ya nadie podrá reprocharos el no estar en profunda comunión con los más nobles anhelos de vuestros representados.

Habéis decidido, no con un par sino con dos, si cabe, que no se podrá amputar el rabo a los mejores amigos del hombre, de manera que ya podrán destrozar la espantosa porcelana de las suegras con sus alegres coletazos (lo glosó Toynbee refiriéndose a América, al decir que «era un perrazo amable en una habitación de dimensiones reducidas, que cada vez que mueve el rabo derriba una silla»); ya podrán lastimar a los niños con latigazos de cola producto de su sana alegría y espantar a las perdices con alegres bandazos prematuros en los matojos para alegría insuperable de los cazadores.

No cabe duda de que la Humanidad ha dado un paso de gigante que permitirá a muchas almas sensibles como la mía dormir en paz de una vez. ¡Gracias de nuevo, de todo corazón, señores diputados! Ahora sólo falta que cumpláis con un deber de justicia concomitante: tenéis que conceder la nacionalidad española a nuestros hermanos los cánidos y también, ¿por qué no? a simios y bóvidos cuadrúpedos (los bípedos proliferan), que ahí tendréis un insospechado vivero de votos y, gracias a vuestra clarividencia y magnanimidad, perros, monos y vacas podrán votar meneando su rabo incólume ante una papeleta electoral computerizada sensible al movimiento. Poneos manos a la obra y que no se diga que no sois los diputados más audaces, progresistas, avanzados y benévolos del Cosmos.

PD. Nuestra clase política está alcanzando un nivel insólito de inanidad tanto más encomiable cuanto que la competencia allende fronteras no es, hoy, nada desdeñable. La OMS estima que en el 2007 unos 664.500.000 hombres de 15 años y más fueron circuncidados, casi el 70% de los cuales eran musulmanes. ¿La prohibirán también nuestros parlamentarios para evitar el sufrimiento de centenares de millones de seres humanos o sólo les preocupa el sufrimiento canino?