El turista conoce el nivel de riesgo que puede aguarle o ensangrentarle las vacaciones y lo asume sin titubeos. Pero en los últimos cinco años (o más) hay determinadas zonas que son masacradas sin contención posible. Al menos en algunas de sus ciudades y costas. El caso de Túnez es muy penoso, pero también lo es el de Egipto, que desde siempre ha contado con cientos de miles de fieles que repiten su experiencia cultural. O el caso de Turquía, con unos hoteles fenomenales y recientes.
La pérdida de turistas en esos destinos se mide por millones, los mismos que han abarrotado las costas españolas... y lo siguen haciendo. No obstante los riesgos, varios operadores turísticos no han tirado la toalla y siguen vendiendo al turismo familiar los paradisíacos resorts turcos o las playas de Egipto y de Túnez, Chipre y Grecia. Naturalmente, han tenido que rebajar los precios, en algunas promociones más del 50% con otros regalos sustanciosos. Lo que sea, antes de mantener las instalaciones cerradas sin uso y sin crear empleo. Lo que sea, antes de ofrecer la cara de un país derrotado por unos cuantos comandos de descerebrados dispuestos incluso a inmolarse ellos mismos.
Otros países aún están peor, según una lista que publica el ministerio de Exteriores español: Afganistán, Pakistán, Siria, Iraq, Somalia, Sudán, Corea del Norte y en América: Colombia, México y Brasil.
No es de extrañar que los europeos prefieran pagar más en Baleares, donde el máximo peligro es pillar una buena merluza o que te vendan una pastilla en mal estado. La pastilla que incluso tuvo una canción de cierto éxito. O que te separes de tu pareja, ante la caótica y exuberante oferta erótica ambiental.