El pasado viernes pasé a eso de las 12:00 h por Ayuntamiento carmenero de Madrid y en uno de los tramos del paseo de Recoletos vi una pancarta en la que se leía «Sanperrestre». Impresionado me quedé y automáticamente pensé en aquello que dijo el crítico de arte Santiago Amón hace treinta años y que no se refería a la Sanperrestre sino que era un genérico suyo, dijo Amón «que en España ya no cabe un tonto más», y lo dijo hace treinta años y hay que ver la cantidad de tontos nuevos y reciclados que han engrosado la lista desde que el ligeramente cainita Amón dijo aquello. La Sanperrestre es una emulación de esa corrida, y no de toros (ni mental), que es la tradicional San Silvestre vallecana, y consiste en que varios dueños de perros corren piano-piano con su chucho de una o mil leches atado, corren los dos, perro y dueño, en comparsa o simbiosis única mientras el nulo público asistente se queda anonadado ante el portento, y mientras se oía a una cantante que todo el rato cantaba «mi perrito y yo somos la misma gente». Esta corrida institucionalizada fue por todo el centro de Madrid y hasta pasaba junto al Congreso porque en Madrid menos poner un Belén municipal se hace lo que sea. De modo que asistí perplejo a una espectacular exhibición canino-humana que demuestra que el mejor amigo del hombre no es el hombre mismo, sino el perro, aunque yo siempre digo, coincidiendo con Marañón, que el mejor amigo del hombre es el gorrino, porque en un país de hambrunas históricas como España e Ibiza (ese asunto lo estudió muy bien don Joan Marí Cardona), el cerdo ha salvado más vidas que la penicilina.