El otro día presencié una situación en un bar que, por desgracia, no es nueva. Dos amigas pagaron sus consumiciones porque se tenían que ir, de esa cuenta sobraron dos euros que no fueron devueltos, se quedó más gente en la mesa y, al pedir la cuenta general y final al camarero, comentamos que faltaban dos euros del cambio de las chicas que se habían ido (cabe destacar que las chicas estuvieron esperando sin éxito unos minutos antes de marcharse a que les fuera devuelto el cambio). «Pensé que era ‘bote’», comentó el camarero. Podía haber dicho «voy a revisar a la barra» o «voy a ver qué ha pasado» o «perdón, me he olvidado», pero no. Dedujo porque sí que era ‘bote’ sin ni siquiera haber traído de vuelta los dos euros. Al final, por su deducción inicial y su ataque de sinceridad, nos fuimos sin dejar propina. En otra ocasión, en un restaurante de lo más cool y moderno y con una cuenta tan cool y moderna que incluso asustó al recibirla, ni siquiera ofrecieron el ‘chupito’ de la casa, no vaya a ser que pierdan ese aire innovador teniendo un detalle con el cliente. También se ha vuelto en habitual que lo que antes se cobraba como ‘cubierto’, ahora pase a ser cobrado como ‘pan y alioli’. Nada más y nada menos que un 1,5 euros por persona (sino más) porque sirven un tarrito de alioli con diez aceitunas. Se trata de malos hábitos en hostelería que, por suerte, aún no están del todo extendidos. Porque aún hay sitios que aunque gastes 10 euros o menos en dos bocatas y dos refrescos te reciben con una sonrisa y te sirven alioli y pan sin cobrarte dos euros por persona. A estos sitios, que quizá no sean tan cool ni tan modernos, son los que merece la pena seguir yendo para evitar que desaparezcan.