Dice Gervasio Sánchez, fotoperiodista especialista en conflictos, que trabajar en la sección de Local de un periódico puede ser mucho más peligroso que cubrir una guerra porque es aquí donde se produce la verdadera censura. Según este maestro de periodistas, es más fácil decir que Gadafi es un asesino que contar que un alcalde o concejal es un corrupto. Los periodistas que narran lo que pasa en su ciudad tienen que ver cada día la cara de los protagonistas de sus noticias y, cuando se vive este trato diario, es difícil mantener el principio de objetividad y no dejarse llevar por las filias y las fobias hacia un político u otro. Debo confesarles que mi gran sueño cuando era estudiante era ser reportera de guerra y viajar por el mundo descubriendo historias de gente anónima que merecían ser contadas. Por cuestiones de azar y de la vida, mis trincheras fueron, durante buena parte de mi vida profesional, platós de televisión donde el periodismo se plastifica y queda reducido a la mínima expresión. Del periodismo me gusta absolutamente todo. Hasta los andares. Ahora, de nuevo por los avatares de la vida, me he reinventado de nuevo. Desde hace poco más de un mes soy redactora de este periódico y he de decir que, en este poco tiempo, he recibido tantas o más satisfacciones que en toda mi trayectoria. Como periodista de Local nunca podré cubrir cumbres de estado ni contar las consecuencias de un conflicto internacional pero, a cambio, este trabajo me está enseñando a salir a la calle a buscar noticias debajo de las piedras, a lograr un buen titular de una información a priori no muy atractiva. Pero, de todo esto, me quedo con la satisfacción de haber conocido a personas cuyas vidas también merecen ser contadas y recordadas. A todas ellas, solo puedo darles las gracias por enseñarme a estimar estas islas.