Una vez contenido el soufflé catalán y conociendo los resultados, hay que preguntarse a quién han beneficiado estas dos elecciones más la consulta convocadas por Artur Mas. En principio tendríamos que mirar a aquellos que las convocaron como un plebiscito para dejar bien claro que el independentismo en Cataluña parecía un sentimiento mayoritario y una opción holgada en las urnas aunque a tenor de los resultados, donde la suma de los convocantes han perdido nueve diputados, más parece que «han hecho un pan como una torta».

Han ganado en número de escaños y perdido en número de votos, más de 150.000 votos, parecen pocos, pero son muchos. Con un porcentaje del 47,8% de catalanes votando por el ‘Sí’ y el 52,14% por el ‘No’. Este resultado da un porcentaje, más o menos claro, en contra de la independencia de Cataluña.

Con estos datos, ahora, no vale hacer otras interpretaciones que arrimen la razón al argumento interesado: hay más catalanes que han dicho que no que catalanes que han dicho que sí, aunque eso no signifique, a mi entender, que no ha pasado nada. Ha pasado y mucho, tanto Artur Mas como máximo exponente (convertido en mártir por su imputación) y por ende Convergencia, junto con ERC, como organizaciones, han quedado en evidencia dado que la pérdida de representación como bloque es suficientemente clara.

Sin embargo las elecciones han aclarado cosas; entre otras, que la sociedad catalana ha quedado fracturada en el entorno del 50%. No han resuelto problemas y comienza una legislatura difícil y complicada de gestionar que puede desembocar, más pronto que tarde, en unas nuevas elecciones. Porque ahora toca gobernar y solucionar los problemas de los catalanes que no son otros que los mismos del resto de españoles: paro, recortes de servicios públicos, pobreza…

El bloque no soberanista, excepto CIUDADANOS, también ha recibido un buen varapalo, estar felices por haber perdido sólo cuatro diputados, como hace el PSC, obteniendo 16 escaños cuando en 1999 tenían 52, da la sensación de que en vez de competir con el resto de partidos lo hace contra las encuestas y que aspiran, por acomodaticios y alejados de las inquietudes de los votantes catalanes, a convertirse en una figura simbólica después de haber sido el referente progresista en Cataluña durante más de dos décadas.

PODEMOS, que ensayaba fórmula con Catalunya sí que es pot, ha visto como perdía diputados con respecto a IC en las últimas elecciones. Seguramente, y entre otras cosas, motivado por la desfiguración del discurso original, la indefinición en el tema central de las elecciones, el haber tocado gobierno y sillón, así como haber empezado a comprender que la casta a la que denunciaban los han convertido en socios amables y dóciles colaboradores. Como dice Monedero: «Podemos es un partido que paga carísimo no ser él mismo». Otro aviso del electorado, después de las andaluzas, que no está claro que hayan entendido los dirigentes de Podemos de cara a las elecciones generales.

Pero el verdadero ‘hostión’, valga la expresión, se lo ha llevado el PP, que pierde ocho diputados, como resultado del inmovilismo del Gobierno de Rajoy, el no entender lo que está ocurriendo en Cataluña, su política frentista y su mensaje radical con un candidato excesivamente duro. Si bien es cierto que la situación en la que a día de hoy está Cataluña es el resultado de políticas de todos los gobiernos anteriores, es el Partido Popular el que recoge con nitidez el fracaso de las actitudes y políticas llevadas a cabo en este territorio, que a día de hoy tiene provincias como Lleida y Girona que ya están fuera del sentimiento español y que costará mucho esfuerzo que vuelvan a recuperarlo si es que existe el interés de hacerlo.

El otro beneficiado en estas elecciones ha sido la CUP, que pasa de tres a diez diputados, un partido de extrema izquierda, anticapitalista y rompedor del sistema, que no se esconde de serlo y que con su mensaje radical se ha convertido en la llave de la gobernabilidad catalana, creando así un nuevo problema, porque si bien han dicho que no votarán a Mas, son independentistas y su objetivo como tal es ese, y habrá que ver si dan prioridad a su izquierdismo o a su independentismo, porque hoy ya hay que gobernar y habrá que hacerlo o con los criterios de derecha económica de Convergencia o ser fieles a su ideología y hacerlo desde su radicalidad de izquierdas.

En resumen en Cataluña baja el soufflé, se ha dividido a la sociedad no se han arreglado los problemas cotidianos de los catalanes y queda un Parlament fragmentado y de difícil entendimiento.

CONTINUARÁ…