En estos días, en nuestras islas de Ibiza y Formentera, ha comenzado un nuevo curso escolar. Y ello es un acontecimiento que nos tiene que llenar de alegría y esperanza mirando a los niños, a los adolescentes y a los jóvenes que van así progresando en su vida a través de la formación, si esa formación es la correcta y es transmitida por lo responsables de la misma con competencia, generosidad, entrega.

Cada año tengo la suerte y la satisfacción de visitar algunos centros educativos de nuestras Islas. Naturalmente visito los centros concertados católicos, unos de titularidad diocesana a través de la Fundación diocesana Isidor Macabich, de la que soy presidente, otros de las Congregaciones religiosas de las Agustinas del Amparo y de las Religiosas Trinitarias. También cada curso puedo visitar algunos centros públicos, invitado por algunos profesores o dentro de las actividades de la visita pastoral.

Esas visitas me permiten conocer algo, que no todo, de los centros educativos en nuestras Islas Pitiusas y ver que en ellos hay competencia y profesionalidad, cosas y actitudes buenas y nobles sentimientos en tantos miembros de los centros educativos. Son cosas y actitudes que hay que conservar y promover y, si es posible, mejorar. Por ello, deseo al inicio de este curso decir con humildad y confianza a todos los miembros de los centros educativos, dirección, profesores, padres, personal no docente, alumnos: ¡Ánimo y adelante! ¡Haced con este curso un nuevo progreso auténtico de nuestra sociedad!. Y también mejorad todo lo que podáis en todos los sentidos.

Me mueve a ello la enseñanza al respecto del Papa Francisco. Concretamente el pasado 10 de mayo, un sábado por la tarde, el Papa mantuvo un encuentro en el Vaticano con cerca de 400.000 miembros de la escuela italiana. Fue un acto maravilloso que yo pude seguir algún rato a través de la televisión. Los niños, los jóvenes, los profesores... llenaban la Plaza de Pedro, la Vía de la Conciliazione y las calles adyacentes. Y el Papa, tras los saludos formales dijo algo que yo también siento: «Estamos aquí porque amamos la escuela... Yo amo la escuela, la he amado como alumno, como estudiante y como maestro. Y luego como obispo».

Y ¿cómo dice el Papa que ama la escuela? Pues por el amor que allí recibió, un amor al que correspondió siempre. Decía en esa ocasión el Papa: «tengo la imagen de mi primera maestra, esa mujer, esa maestra que me recibió a los seis años. Nunca la he olvidando. Ella me hizo amar la escuela. Y después fui a visitarla durante toda su vida hasta el momento en que falleció, a los 98 años...amigo la escuela porque esa mujer me enseño a amarla». Este ejemplo, ese móvil de fomentar el amor a la escuela no es un hecho aislado. ¡Son tantos los maestros que lo fomentan! ¡Que no falten nunca esos maestros! Yo también tuve maestros que me hicieron amar la escuela. Y los recuerdo siempre con afecto, tanto a los que tuve en la escuela pública como después en un colegio privado. ¡Qué grandes maestros que nos amaban a los alumnos y fomentaban el verdadero amor entre nosotros! Muchas veces cuando voy al cementerio de mi pueblo a visitar la tumba de mi padre, visito también la tumba de Don Pedro Gresa y de su esposa Doña Asunción García de los Ríos, que fueron mis extraordinarios maestros en la infancia. Y no soy el único que lo hace: a veces, allí me encuentro con otros que también fueron alumnos. Y recuerdo que cuando yo estaba en Mozambique, estos maestros, de acuerdo con lo que nos enseñaron en la escuela me daban donativos para aquellas misiones.

La escuela se ama también, dice el Papa, porque es la apertura a la realidad. Y si no es así, eso quiere decir que es necesario cambiar el enfoque. En la escuela se tiene que abrir la mente y el corazón a la realidad. El Papa señala que los maestros han de ser los primeros abiertos a la realidad, con la mente siempre abierta a aprender. «Si un maestro no está abierto a aprender, no es un buen maestro, y no tan siquiera es interesante; los muchachos lo perciben, tienen ‘olfato’ y son atraídos por los profesores que tienen un pensamiento abierto, que buscan ‘algo más’ y así contagian esta actitud a los estudiantes».

La escuela se ama también porque es un lugar de encuentro. En la escuela se encuentran los compañeros, se encuentran los maestros, se encuentra al personal asistente, los padres se encuentran con los profesores, los directores con las familias. Encontrándose se conoce, se estima, se ama, se camina juntos. En la familia se tiene la primera etapa de encuentro, la escuela es otra etapa para aprender a ser personas que se encuentran, que se relacionan siendo diferentes en edad. En cultura, en origen, en capacidades...diferentes pero que saben estar juntos y en progreso auténtico.

Finalmente l a escuela es el lugar donde se dedica en lo verdadero, en el bien y en lo bello. Y eso se hace a través de un proceso que son todas las asignaturas. Esas tres dimensiones no están separadas, sino relacionadas entre sí: lo verdadero es bueno y bello, lo bueno es verdadero y bello y lo bello es verdadero y bueno. Así, la educación bien hecha hace amar la vida.Y en la escuela, dice el Papa Francisco, no sólo se aprenden conocimientos, sino también hábitos y valores.

Comenzamos un nuevo curso. Que sea un curso en el que todos aprendan hábitos y valores. Que todos, padres, maestros, personal auxiliar y alumnos, recorran un buen camino con armonía y eficacia, con amor y con competencia. Que las aportaciones que, con humildad y espíritu de colaboración, hago en este artículo y las que otras personas puedan hacer sirvan para que el curso escolar apenas iniciado sea muy bueno para todos en nuestras Islas de Ibiza y Formentera.