Vicente Engonga, en una imagen captada en las instalaciones de la UD Ibiza. | Tomás Sánchez Venzalá

Vicente Engonga Mate (1965, Barcelona) es desde hace poco más de un mes el ayudante de Toni Amor en el UD Ibiza de Tercera División. Tras una exitosa singladura como jugador donde militó en equipos como el Sporting Mahonés, Valladolid, Celta, Valencia y Mallorca y degustar las mieles de la internacionalidad absoluta, ahora sigue su progresión como entrenador. Llegó a la élite del fútbol por su calidad y perseverancia y se dispone a hacer lo propio en los banquillos. Vicente es todo carácter y profesionalidad.

—¿Cómo se presenta el final de temporada para el UD Ibiza?

—Ahora nos lo jugamos todo. La presión es el doble porque no es lo mismo tener que luchar por ascender, que tener que meterte por el playoff y después ver si asciendes. Este fin de semana no ha habido fútbol, pero desde la próxima jornada cada partido es una final.

—El próximo partido es ante el Petra ya descendido y después consecutivamente se medirán al Platges de Calvià y al Mallorca B. ¿Está ahí la clave del campeonato en Tercera División?

—Estamos todos en un pañuelo. Llegué hace un mes y medio y en esa época ya estaba la situación parecida. Hay que ganar todos los partidos y esto es lo que tratamos de comunicar a los jugadores, sea el partido que sea hay que ganar. Trataré de ayudar en todo lo que pueda y aportar mi experiencia y conocimientos a los jugadores.

—¿Cómo es este UD Ibiza?

—En este club ha entrado la familia Salvo y tiene a una persona como Rufete que nos ayuda desde fuera. Desde el principio, cuando se metieron en el proyecto, veías que era una cosa seria de verdad y que va más allá de fichar jugadores. Han hecho un club nuevo. Toni Amor ha puesto la cosas en orden y desde la institución hay una gran capacidad de trabajo. Es un proyecto muy serio y que ha dotado a los jugadores de todos los medios posibles. Esto no te asegura el ascenso, pero ves que es un proyecto fiable. Me llamaron y me apunté con todas las connotaciones de presión y estrés que motiva estar aquí.

—¿Qué puede aportar Toni Amor al Ibiza como primer entrenador?

—Es un técnico muy preparado. Se prepara mucho todo el trabajo que desempeña y es un entrenador que sabe. Las dos veces que me ha dicho que fuera con él a ayudarle le he dicho que sí porque sabía que iba a ayudar a un técnico muy capaz. Aquí en el Ibiza lo ha sido todo. Esto te quema mucho por un lado porque tienes que llevar a cabo funciones que van más allá de las propias de un entrenador, pero cuando vienen los resultados esto te satisface mucho. La familia Salvo, Toni y Rufete son uña y carne y eso ayuda a que todo vaya bien.

—El Mallorca está bien situado por encima del segundo y genera dudas, pero imagino que a cualquier entrenador le gustaría tener a su equipo tan bien posicionado en el liderato. Por ejemplo a ustedes en Tercera.

—En este sentido discrepo un poco. Estos años si algo he percibido es que el que queda primero con seis o siete puntos de diferencia en ocasiones no sube. No lo digo por el Mallorca, pero hay que manejar los tiempos y un equipo que se proclama campeón dos o tres jornadas antes de acabar la liga tiene un bajón porque no puedes mantener el nivel de presión y una semana antes del playoff hay que volver a enchufar a los jugadores. Un equipo que llega justo, pero llega, viene enchufado. Nosotros este año lo vivimos y el hecho de que el Poblense esté en el gran nivel que está y también que el Mallorca B esté ahí con nosotros, esto nos obliga a competir cada fin de semana, sea cual sea el rival y cuando llegue el playoff nos pillará enchufados y al final los números saldrán.

—¿Teme por lo tanto la relajación?

—Al final en el fútbol lo principal es salir y competir y relajarte quince días antes es una dificultad. Lo mejor es quedar primero, pero prefiero quedar primero habiendo competido hasta la última jornada que salir campeón a falta de dos o tres.

—¿Y Vicente Engonga no tendría sitio en este Real Mallorca?

—Ahora me toca trabajar en el Ibiza donde me encuentro muy feliz. Salí de Cantabria con 19 años y a partir de ahí llevé mi camino, intenté ser recto y creer en mí y en mis convicciones. Yo también tengo un cosa y es que hablo a la cara y esto en ocasiones tampoco gusta mucho.

—¿El Sporting Mahonés marcó el punto de inflexión en su carrera?

—Menorca es mi segunda casa porque desde que llegué a Mallorca, prácticamente me he ido tres veces y de eso hace 20 años. Me siento cántabro, vivo en Mallorca cuando no tengo trabajo y Menorca me hizo madurar. Tuve la fortuna de llegar a un sitio como Sant Lluís y de tener los amigos que allí tengo.