Carlos Benito González Posada y Menéndez (Candás 1745-Tarragona 1831), canónigo, lingüista, historiador y poeta de nombre Posidonio. El 29 de junio de 1787 fue nombrado por Carlos III canónigo magistral de la catedral de Ibiza aunque tuvo que hacer un curso acelerado de Teología en la Universidad de Ávila para obtener el título de Doctor y poder acceder al cargo.

Una vez en Ibiza, con 42 años, trepó un poquito y al poco de llegar ganó el puesto de vicario general capitular en sede vacante y gobernador de la diócesis de Ibiza un 13 de febrero de 1788. Probablemente por las intrigas solapadas de sus compañeros de curato o por las promovidas por algunos miembros del cabildo, el 19 julio 1789 tuvo que largarse por piernas de la Pitiusa mayor y se instaló en Madrid donde disfrutaba de la protección de su paisano Campomanes a la sazón presidente de las Cortes.

Lo cierto es que desde el verano de 1788 ya no estaba a gusto en la isla y comenzó a mover papeles para irse de ella y en ellos no se deduce que tuviera una gran relación con el primer obispo de Ibiza, Manuel Abad Lasierra, pero si que le tenía cierto aprecio comedido.

¿Qué hizo en Ibiza?

El principal estudioso de la estancia ibicenca del canónigo González Posada fue, valga la redundancia, quien fuera agregado cultura en la Embajada de Francia en España, Jorge Demerson, hispanista especializado en el siglo XVIII, que pasaba sus veranos en Ibiza (1984) y fue poco a poco expurgando los archivos pitiusos en busca de noticias. A pesar de investigar a fondo su figura su conclusión no puede ser más desoladora: «la estancia del canónico en las Pitiusas está sumida en una densa niebla».

Luego González Posada reaparece en la escena balear a raíz de la prisión de Gaspar Melchor Baltasar de Jovellanos en el castillo de Bellver y en el palacio del Rey Sancho de Valldemossa, ya que ambos tuvieron una nutrida correspondencia epistolar sobre todo centrada en temas culturales tan gratos para ambos. Incluso, antes de su exilio mallorquín, en 1801 cuando es retenido preso en el convento de la Merced de Barcelona, González Posada se presentó de incógnito disfrazado con el fin de verle.

Recordemos que Jovellanos pertenecía a esa burguesía culta que lee a los enciclopedistas franceses y a su ciudad, Gijón, llegaban impresas las ideas ilustradas que también afectaron a Campomanes, el conde de Toreno, Flórez Estrada y nuestro canónigo de Ibiza, González Posada. Estas ideas reformistas pudieron traerle problemas a este último al chocar con las capas más tradicionales de la sociedad isleña. De hecho, cuando publica en 1794, cinco años después de irse de Ibiza, sus Memorias históricas del Principado de Asturias, entre el gran número de subscriptores de toda España no aparece ni uno solo de Ibiza y sí por ejemplo varios de Tarragona.

¿Qué escribió de Ibiza?

En la Academia de la Historia se encuentra el Códice E 136 correspondiente a las notas manuscritas que en 1791 escribió González Posada sobre Ibiza. En ellas se lee que la isla «dista 13 leguas de cabo Martín en el continente, no es fértil de mieses por la sequedad, esta le es natural por ser terreno escaso de fuentes, y por su cielo, barrido de nubes por los vientos recios y continuos». Nos cuenta que por su composición geológica «los pastos no son buenos para el ganado, salvo para las cabras» y considera al puerto como «el segundo mejor del Mediterráneo, tras Mahón». Sobre la lengua de los ibicencos señala que «hablan lemosín con alguna variación respecto a las provincias de Mallorca, Valencia y Cataluña en la pronunciación y algunos vocablos».

En el manuscrito a veces no salen muy bien parados los isleños porque «entierran el dinero, y es la avaricia su vicio característico». Además destaca que «no conocen más música que una flauta y un pequeño tambor; ni supieron ni saben más tono que uno muy melancólico, que oído a un pastor en un monte entristece demasiado».

Mientras de las recatadas ibicencas dice que bailando «jamás muestran sino la punta del pie» y reconoce la pericia de los marineros ibicencos «reputada por la más valiente y atrevida de España en el coso contra los moros». Incluso, González Posada da consejos para mejorar la agricultura y añade que en Ibiza «se cortan demasiados pinos para hacer jabeques que luego se llevan a Mallorca.