Son las once de la mañana y un grupo de siete personas trabaja en el campo de Can Pep Xico, la finca agrícola donde Cáritas desarrolla uno de los programas de inserción laboral que ofrece en la isla. La duración de estos talleres suele ser de unos tres meses, durante los cuales los participantes no solo aprenden labores de agricultura, jardinería o poda sino que dan los primeros pasos para insertarse en la sociedad aprendiendo cuestiones tan básicas como hacer un curriculum.

Entre tomates, berenjenas y calabacines conocemos a Antonio, de 53 años de edad, que deja lo que estaba haciendo en el campo para ‘pelearse’ con el ordenador. «Para mí hacer currículums es una novedad porque no sé ni escribir un correo electrónico», asegura. Vivió durante dos décadas en Sant Miquel mientras estuvo casado pero, a raíz de su separación, se fue a vivir con sus padres. Durante cerca de un año permaneció en casa, sin apenas salir y, cuando decidió volver a buscar trabajo de su oficio de camarero, las puertas se le cerraron: «He ido a muchos hoteles pero no ha habido suerte».

Antonio está acompañado por Santi Dengra, monitor y educador de Can Pep Xico cuya función es acompañar a las personas que participan en el programa. Explica que, durante su periodo de trabajo en la finca, más que enseñar a llevar un huerto, se trata de inculcar determinadas cuestiones básicas para poder mantener un empleo como la importancia de la puntualidad, la higiene o la capacidad de trabajo. Santi asegura que las personas que labran actualmente el huerto «tienen muchas ganas de trabajar», aunque reconoce que no todos podrán acceder a un empleo. «Hay tres o cuatro muy mayores cuya inserción laboral es muy difícil», señala.

Montse Perelló, trabajadora social de Cáritas, matiza que el trabajo en Can Pep Xico «no es un empleo sino un taller para insertarse laboralmente», a pesar de que es una de las vías que escogen las personas con pocas oportunidades de emplearse, especialmente las que no tienen ninguna formación académica. Los hombres proceden sobre todo del sector de la construcción y, en invierno, hay muchas camareras de piso que se han quedado sin trabajo o mujeres víctimas de la violencia de género.

Para las personas con problemas de adicciones o gente que vive en la calle, Cáritas organiza lo que se denomina un ‘pretaller’, en el que el principal objetivo es que se relacionen con otras personas y empiecen a ganar autoestima como paso previo a la entrada en alguno de los programas para introducirse en la vida laboral.

Jorge tiene solo 31 años, es de Almería y comparte una casa okupa sin agua y sin luz desde hace más de un año. «Anteriormente he trabajado de repartidor, de albañil y de jardinero pero aquí solo he encontrado trabajos esporádicos y sin contrato», explica.

Iván Ramiro es un ejemplo para que sus compañeros no se desanimen. Empezó como participante en Can Pep Xico y cuando terminó su beca le contrataron como monitor, puesto en el que lleva ya dos años. «Cuando me llamaron no me lo pensé dos veces», asegura.

Precisamente por haber estado en los dos lados, Iván conecta con las personas que acuden a esta finca agrícola en busca de ayuda para salir en el pozo en el que se encuentran. «Cuando entran aquí quiero que se olviden de los problemas y se lo pasen bien», señala. Su historia y su optimismo demuestran que es posible salir del pozo en el que se encuentran y que hay oportunidades laborales tras esta experiencia.