Con la apariencia de un centro de salud, el de Formentera no es un hospital normal. Según los datos proporcionados por el Área de Salud de Ibiza y Formentera, es el tercer hospital más pequeño de España, con 12 camas destinadas a ingresos hospitalarios más seis de observación para atender una población que supera los 12.000 habitantes, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE).

Solo le superan en reducidas dimensiones el hospital Virgen del Castañar, en Béjar (Salamanca), que cuenta con diez camas y el hospital de Alta Resolución Sierra Norte, ubicado en la localidad de Constantina (Sevilla), con solo ocho.

Un total de 73 personas conforman la plantilla de este hospital y suman alrededor de un centenar si contamos también los que trabajan en el centro de salud, integrado también en el mismo centro. Todos ellos están comandados por Antonio Jesús Sanz, subdirector de Gestión y Servicios Generales, un valenciano pegado literalmente a un teléfono móvil que hace auténticos malabares para coordinar todos los servicios que se prestan en el centro entre las numerosas llamadas que recibe a lo largo del día.

Convertir el antiguo centro de salud de Formentera donde solo había médicos de cabecera en un hospital con urgencias, consultas de médicos especialistas, quirófano y habitaciones para los ingresos de los pacientes no fue tarea fácil.

Algunos ya trabajaban antes de que se hiciera el nuevo hospital en el antiguo centro de salud. Otros vinieron expresamente para cumplir con el importante reto de montar un hospital «de cero» en una isla donde no había una instalación previa de estas características.

Lo cuentan algunos de los trabajadores que vivieron y contribuyeron a esta transformación vivida hace diez años en la isla y, que según coinciden todos, ha supuesto un antes y un después en Formentera. No solo porque ha mejorado la accesibilidad de la sanidad a sus habitantes, que en la mayoría de los casos ya no tienen que desplazarse a Ibiza para ser atendidos, sino porque ha contribuido a mejorar la salud de los formenterenses.

LOS TESTIMONIOS

Antonio Jesús Sanz / Subdirector de Gestión y Servicios Generales

«Pese al tamaño, hay mucha actividad con picos de hasta 120 urgencias al día»

«En Palma se piensan que aquí nos dedicamos a hacer macramé». Con estas palabras, Antonio Jesús Sanz, subdirector de Gestión y Servicios Generales del hospital de Formentera intenta explicar que, a pesar de las reducidas dimensiones del centro, la actividad aquí puede llegar a ser frenética, especialmente durante los meses de verano en los que pueden registrar ‘picos’ de hasta 120 urgencia diarias.

En una isla con una marcada temporalidad turística, la atención sanitaria también va cambiando dependiendo de la estación del año. En invierno disminuye el número de urgencias pero aumentan las hospitalizaciones a consecuencia de las enfermedades relacionadas con las bajas temperaturas. También crecen las consultas externas.

La gente que trabaja durante la temporada de verano aprovecha el invierno para hacerse revisiones, o como lo define el afable Sanz, un tratamiento de «chapa y pintura».

Este valenciano entró a trabajar en el hospital en julio de 2007 como responsable de Facturación y desde el año pasado es el responsable de este hospital. Según explica, la ventaja y el inconveniente de coordinar un centro sanitario de apenas un centenar de trabajadores es la cercanía. «Cualquier problema que hay acaba viniendo a mí. Por otra parte, eres más accesible a cualquier trabajador del hospital. En los centros grandes es más difícil la relación», explica.

En estos diez años de funcionamiento del centro, el cambio más positivo, según Sanz, ha sido el aumento de la eficiencia. «La optimización de los servicios ha consistido en que, prácticamente con la misma gente y el mismo espacio, se ha conseguido aumentar la actividad y el número de servicios que se ofrecen, lo que redunda en una mejora de la atención», afirma.

Pedro Gali / Médico de urgencias

«La salud de los formenterenses ha mejorado mucho. Antes había menos control»

Pedro Gali, médico de Urgencias, empezó a trabajar en Formentera en el antiguo centro de salud, dos años antes de que se inaugurara el nuevo hospital. A su juicio, el cambio no ha podido ser más positivo. «La salud de la población de Formentera ha mejorado muchísimo. Antes se notaba que había mucho menos control de las enfermedades». Un cambio que se ha notado al pasar de tener un centro de salud donde solo había médicos de cabecera y en el que, según las palabras de Gali, «atendíamos ‘a capela’», a un hospital con diferentes médicos especialistas.

Gali explica su experiencia en el departamento de Urgencias del hospital: «Urgencias lo recoge todo: desde servicios en la vía pública, hasta asistencias en domicilios y gente que acude al hospital». Califica su labor en el hospital de Formentera como el de «médicos turísticos» cuyos pacientes se multiplican en verano y a los que tienen que atender en diferentes idiomas.

Las principales dolencias que atienden en Urgencias durante el verano están relacionadas con los principales medios de transporte en la isla en esa época: las motos y las bicicletas. Por este motivo, la mayoría de pacientes que son atendidos aquí durante la temporada presentan politraumatismos por caídas de vehículos de dos ruedas. Además, también tienen que atender a los turistas y visitantes que no están empadronados en la isla y que quieren ser atendidos por un médico de cabecera.

«En agosto podemos llegar a atender más de cien pacientes por día. Sin embargo, en invierno tenemos una mayor ondulación. Hay mañanas en las que no viene casi nadie y otro días en los que todas las camas están llenas», explica.

David Prada / Cirujano

«Necesitamos fidelización del personal sanitario, que los trabajadores que vienen se queden»

Después de trabajar en centros sanitarios de grandes dimensiones en Sevilla y Orense, el cirujano David Prada se marcó como reto poner en funcionamiento el nuevo hospital de Formentera como director médico. Tenía 50 años y, como él mismo cuenta, «muchas ganas». «Me plantearon la posibilidad de organizar el servicio quirúrgico de cero y me hizo ilusión. La idea era irme podo tiempo después pero al final me quedé».

El doctor Prada describe el proceso de construcción del nuevo centro como «unos momentos muy especiales porque estábamos en una isla muy al margen del sistema sanitario que disfrutan en cualquier otra población de la península». «Fue un proceso novedoso, no solo para la gente que vivía aquí sino también para la gente que vinimos a trabajar y tuvimos que empezar desde cero», señala.

En su opinión, la sanidad en Balears ha mejorado mucho desde el punto de vista asistencial aunque, como recalca, «el margen de mejora es muy alto».

«Requiere del apoyo del Estado para que haya una mejora en las infraestructruturas sanitarias», insiste.

No obstante, destaca la visión positiva que tienen los habitantes de la isla acerca de su hospital: «Están muy contentos. Hay que tener en cuenta que antiguamente tenían que irse a Ibiza a operarse de una simple apendicitis». Por otra parte, David Prada entiende que un cirujano joven que quiere seguir especializándose decida no quedarse aquí pero destaca la necesidad de «fidelización» del personal sanitario que trabaja en un hospital ubicado en una isla tan pequeña como Formentera en el que la mayoría de trabajadores es de fuera. «Es necesario que la ciudadanía capte que los profesionales que trabajan aquí no vienen y se van sino que se van a dedicar a este hospital de manera estable», indica.

Gracia Salvador / Enfermera

«El nuevo hospital era imprescindible porque antes las condiciones eran casi precarias»

Gracia Salvador comenzó a trabajar en el año 2004 en el antiguo centro de salud de Formentera y fue testigo de la transformación que supuso construir un nuevo hospital. «Fue un cambio grande. De ser poca gente y trabajar en un centro de salud a trabajar en un hospital con más espacio, más medios y más gente».

Esta enfermera, que trabaja en los boxes de Urgencias en la sala donde los pacientes permanecen en observación, considera que el cambio vivido era «imprescindible» para la isla. «Las condiciones en las que estábamos antes eran casi precarias. Ni había espacio ni teníamos especialistas. Los habitantes de la isla no podían tener a sus hijos aquí ni a sus familiares enfermos ingresados cerca de casa», argumenta la enfermera quien recuerda las molestias para pacientes y acompañantes de tener que coger un barco, desplazarse hasta Ibiza y dormir fuera de casa.

Esta falta de atención sanitaria provocaba en el pasado que el personal que trabajaba en el antiguo centro de salud asumiera labores que no le correspondía. «Hacías cosas porque no había nadie más que lo pudiera hacer, como asistir partos en una sala pequeña del centro». Gracia recuerda la gran cantidad de partos que tuvieron que atender en el antiguo centro de salud sin contar con la ayuda ni de ginecólogos ni de pediatras. «Allí nacieron muchos niños. Todos los que trabajamos allí atendimos a muchas mujeres. Éramos como cinco enfermeros y cinco médicos y tuvimos unos tres cada uno de nosotros. En dos años pudimos tener quince partos perfectamente», explica la enfermera.