Demasiadas muertes en el asfalto para una isla tan pequeña. Las carreteras en Ibiza son, desgraciadamente, una auténtica trampa mortal. Unas lo son por su trazado, otras por su falta de mantenimiento y la mayoría por ambas cosas. Pero a estos factores estructurales debemos sumarle uno extrínseco: sus usuarios somos un peligro constante. He circulado por muchos lugares, pero en ninguno he visto las barbaridades al volante vividas en Ibiza. Los accesos y salidas de las rotondas son auténticas trampas y los conductores de motos suelen ser los que se llevan la peor parte. No respetar la línea continua es otro de los factores que está en el ADN de la mayoría de los conductores de la isla. Lo más doloroso es que muchas de esas imprudencias tienen una factura dramática.
Las dos últimas víctimas mortales que se ha cobrado la carretera eran dos mujeres. Una de ellas fue arrollada en la carretera de Sant Carles, un tramo que pasa por ser uno de los puntos más negros de la isla. Una vía que muchos peatones tienen que utilizar y que no dispone de aceras o arcenes que les otorguen un mínimo de seguridad. Tres días más tarde, Vanesa, de 32 años, fallecía tras ser atropellada en uno de esos tramos que las diferentes administraciones han abandonado a su suerte. El doloroso día después, el Govern se apresuró en anunciar actuaciones en la maltrecha vía de servicio del aeropuerto de aceras, iluminación y señalización. Como casi siempre, la administración llega tarde y con el incalculable valor de una vida humana perdida. Un precio muy alto que muchos siguen sin valorar. Es el caso de los conductores que circulan bebidos o drogados sin el más mínimo respeto por las vidas ajenas.