Siento una gran alegría, cada año, al ir recibiendo informaciones de los sacerdotes de nuestra Diócesis sobre las catequesis que para recibir el Sacramento de la confirmación llevan a cabo en las parroquias especialmente del jóvenes y a veces también con adultos que no lo han recibido aún este Sacramento. Ayer confirme en Valencia en una parroquia y fui porque entre los jóvenes que la recibieron estaba uno de mis sobrinos y dentro de unos días se cumplirán 55 años de cuando yo, siendo un jovencito, la recibí en mi parroquia de manos de Mons. Antonio Ferreira Gomes, Obispo de Oporto pero que tuvo que vivir algunos años en Valencia, acogido por el Arzobispo de Valencia, el Siervo de Dios Mons. Marcelino Olaechea, por la persecución que sufrió del entonces gobierno portugués.

Todo ello me ha hecho pensar en estos días sobre el Sacramento de la Confirmación y lo comparto con vosotros. Es importante que quienes hemos recibido el Sacramento de la Confirmación que se recibe sólo una vez, al igual que el Bautismo, seamos conscientes de ello en nuestra vida y nuestras palabras y obras sean expresión de que hemos sido confirmados. Y siendo importante el hecho de ser confirmado, favorecer y procurar que los jóvenes acudan y se prepararen para recibir este importante Sacramento, uno de los tres de la iniciación cristiana; así los padres, los profesores, los amigos, los catequistas, las parroquias, etc. han de animar y ayudar a que lo jóvenes reciban este Sacramento y ello se vea después en su vida.

En efecto, para recibir el Sacramento de la Confirmación se tiene la bella ocasión de recibir unas catequesis adecuadas a la edad en la que uno se encuentra. Y eso es ya un perfeccionamiento en la propia vida. Y llegado el momento de la Confirmación en la celebración se dan tres pasos importantes que cito ahora en esta meditación para que nos sea un buen recuerdo positivo y comprometido para los que ya lo hemos recibido y un deseo para quienes lo van a recibir, teniendo así verdaderos deseos de recibirlo.

En primer lugar en el Sacramento de la Confirmación se renuevan las promesas que se hicieron el día del Bautismo. En aquella ocasión, siendo pequeños hicieron esas promesas en nombre de los bebes sus padres y padrinos, comprometiéndose así a educarlos de forma que su vida manifestara el cumplimiento de esas promesas; en la Confirmación, siendo el que va a recibir el Sacramento, confirma esas responsabilidades comprometiéndose a cumplirlas. En segundo lugar el ministro de la Confirmación, que normalmente es el Obispo hace una oración en nombre de toda la Iglesia extendiendo las manos sobre los fieles, como hizo Moisés sobre su pueblo para protegerle.

Y finalmente acercándose cada uno al Obispo es presentado por su nombre con expresión de que es importante y cuenta concretamente para Dios. El Obispo le impone las manos a cada uno individualmente, mientras que antes lo ha hecho colectivamente, indicando así que somos de Dios y al mismo tiempo ello es también un gesto de ternura y amistad e Dios hacia él. Y finalmente le traza el signo de la cruz en la frente: eso es signo de que Jesucristo nos acoge y siendo acogidos por Él hemos de ser personas con fe, con esperanza, con caridad, personas que oran personal y comunitariamente y que participan en los demás Sacramentos, especialmente en la Eucaristía.

Al recordar, pues, en esta ocasión un poco lo que es la Confirmación, animar a vivir como confirmados a los que habéis tenido la suerte y la bondad de recibirlo y animar a los jóvenes y adultos que no lo han recibido a acudir a ello, expresión de que Dios nos acoge, nos envía su Espíritu Santo y quedamos en condiciones de ser mejores cristianos.