Imagen de la planta desaladora de Santa Eulària.

Debo ser uno de los pocos miembros de mi gremio profesional que sigue pensando que la ecotasa no es un invento razonable y que es un error que puede tener consecuencias a medio o largo plazo. La aplicación del impuesto creado por el Govern de izquierdas es un asunto amortizado desde el punto de vista de la opinión pública. Eso es indiscutible. Yo parto de la idea de que el dinero público hay que gestionarlo mejor sin necesidad de crear nuevas cargas impositivas. Pero es cierto que hasta los hoteleros, en esta ocasión, han hecho menos ruido del que hicieron en la primera edición del impuesto. Imagino que no se puede contar el dinero y protestar al mismo tiempo. Demasiado lío. Pero el problema de la ecotasa, como ocurrió con el primer pacto, es cómo se utiliza el dinero. Ahí ha venido el problema. No olvidemos qué pasó entre 2001 y 2003. Se compraron inmuebles sin ningún tipo de criterio, por puro maquillaje político y propaganda partidista. Hasta podríamos decir que había algún caso de malversación de fondos si fiscales y jueces hubiesen querido meter mano. Sí, así de duro. Porque ya me dirán si no es malversación que en Son Serra de Marina se comprase una parcela que parcialmente era pública, lo que originó que el vendedor organizase una fiesta para celebrar que le había tomado el pelo al Govern. En Palma se adquirió un edificio de gran interés arquitectónico que, aún hoy, sigue en ruinas. Ningún técnico se atreve a mover ni una columna ante el temor a que se caiga todo el edificio enterito. El edificio en cuestión se llama Can Salas y se encuentra en la Plaza Quadrado de Palma. Si tienen ocasión, vayan a verlo. Es edificio público, pagado con la ecotasa, y si van comprobarán su estado. Comprado en 2002, ahí sigue en ruinas. Un triunfo del ecologismo pensarán algunos. Los propietarios, por supuesto, encantados de quitarse el muerto.

En esta nueva edición del impuesto el reparto del dinero también está generando mucha polémica. . Los ecologistas están en contra. La patronal, también. Los ayuntamientos están indignados porque no se ha aceptado ni una de sus propuestas. Ya resulta difícil que no se acepte ni una de las iniciativas municipales, pero eso es lo que ha ocurrido.

El mayor engaño, en mi opinión, es incluir entre los proyectos que se pagarán con la ecotasa obras que ya fueron anunciadas el año pasado y que todos dábamos por hecho que se financiarían con los presupuestos del actual ejercicio. No era así. La conexión de las desaladoras de Ibiza, por ejemplo, se anunció en mayo y también en septiembre. Siempre se anuncian varias veces este tipo de proyectos, ya saben. Gracias a la ecotasa, al parecer, se hará una obra que todos dábamos por hecho. O sea, nos engañaron en mayo cuando anunciaban algo para lo que no tenían presupuesto. También intentan engañar a la opinión pública cuando dicen que el Ministerio de Medio Ambiente ha rechazado financiar esta obra. No me consta que haya algún convenio al respecto ni que Medio Ambiente se comprometiese a hacer las obras. Es curioso que siempre reivindiquemos más competencias y, a la vez, nos quejemos de que Madrid no pague las obras, pero esa es otra historia.

Me temo, y creo que al final se demostrará, que con el dinero de la ecotasa se hacen obras que sin esta partida no se hubiesen hecho. ¿El motivo? Se está disparando la partida de gasto corriente. Y no es una intuición. Cuando leo que se van a contratar a más de 1.200 personas para la sanidad balear hago cuentas y pienso que el dinero deberá sacarse de algún sitio. Si además cada día dedicamos dos millones de euros a pagar préstamos bancarios, ya me contarán el panorama que tenemos.

La ecotasa, el gran invento que tenía que resolver nuestros males, rehabilitar las zonas que maltratan los turistas, ha vuelto a adolecer de los errores de principios del milenio. Se recauda con gran propaganda diciendo que si un turista no puede pagar un euro mejor que no venga. Y además se les carga a los hoteleros la recaudación. Y repiten: «Si no pueden pagar un euro, que no vengan; no nos interesa ese tipo de turistas». Sí, perfecto mientras la coyuntura económica sea la actual, pero ya veremos qué pasa si los destinos competidores se recuperan.

Me sorprende, por cierto, la actitud dócil del Consell d’Eivissa, que presentó una serie de propuestas y no les han hecho ni puñetero caso. Y cómo el alcalde de Vila, Rafa Ruiz, intenta salvar los muebles a su amiga Armengol. A Vila le corresponde una quinta parte de una inversión de 1,9 millones para hacer el depósito de la desaladora de Santa Eulària, el que supuestamente ya estaba previsto en los presupuestos. Pero Ruiz está encantado y espera más compensaciones en el próximo reparto. A mí me parece muy poco premio para la capital de Ibiza, pero si el alcalde está encantado, nosotros no le haremos la contraria. El alcalde de Palma, del mismo partido que Ruiz, está que trina porque no le ha llegado ni un euro.

Pueden endulzarlo como quieran, pero el reparto del dinero de la ecotasa ha dejado boquiabiertos a la mayoría. Ahora nos dicen que en el futuro, en la próxima remesa de inversiones, se visualizará mejor el objetivo del impuesto. Estaremos atentos, pero de momento parecen solo palabras con buenas intenciones. Yo, escéptico por naturaleza, ya no me creo nada.