De las noticias detalladas que estos días nos va dando Amàlia Sebastián, deduzco que España es un país que se alimenta políticamente, no de la buena gestión de sus munícipes, sino de discusiones bizantinas y carmeneras. El querer cambiar el paseo Vara de Rey por s´Alamera es uno de esos dislates. En Madrid quitaron la plaza dedicada al gran orador Vázquez de Mella (por considerarlo facha) y le pusieron el nombre del activista LGTB Pedro Zerolo que fue amigo mío, de hecho una de las cosas que tengo a gala es poder pasear por la plaza que lleva el nombre de un amigo mío, cosa que no puede decir todo el mundo. Se puede discutir lo de cambiar el nomenclátor, a mí me gusta más la Alameda que lo del general Vara, porque lo veo como un nombre más de lugar, más natural y etnológico. En Madrid tenemos el Pasadizo del Panecillo, la calle Clavel o la del Almendro, suenan bien y también tenemos la calle El Gordo, ese nombre me gusta menos. En Cuenca (Ecuador) hay una calle que se llama Benigno Malo, mal rollo vivir en esa rúa sobre todo antes, cuando se escribían cartas: «Jesús GM, calle Benigno Malo, s/n», no me gusta. En Antigua (Guatemala) está la calle del Pensativo, ese nombre sí me agrada. Me gustan las calles con nombres de escritores y gente de alta cultura. Pero, generalizando, el problema es que no se discute para mejorar el nomenclátor, sino para hacer política cainita y ahora tenemos unos políticos que se creen que pueden ir contra la historia, y no saben nada de historia, ni de gestión, solo hacen política barata de gestos y así nos luce el pelo.