Estoy convencida de que hay que poner la Democracia a trabajar. Digo esto porque ser parte de la «cosa pública» no nace y se agota un domingo electoral. Solamente si la gente se implica también en el control de la gestión política, las instituciones no van a manejar la realidad solas.

La ciudadanía, que tiene el derecho a una información institucional rápida y transparente, además tiene derecho a debatir y pronunciarse ante los problemas públicos, y así equilibrar las fuerzas gestoras a través de la organización y el empoderamiento. Crearlo es, hoy día, necesidad imperante para que no repetir el blindaje institucional y las políticas de rodillo.

Si bien los partidos políticos deben equilibrar sus pies entre moqueta y calle, la gente no puede perder de vista ni la calle ni a los partidos políticos, aún más cuando gobiernan. La encomienda es importante y supone un esfuerzo añadido: crear un contrapoder ciudadano que equilibre las fuerzas decisorias y sea vértebra democrática es una tarea de mucha responsabilidad que además exige resultados políticos.

Urge entonces, encontrar espacios para que florezca ese contrapoder y proporcionarlos sin temor a los efectos de la democracia sobre la gente. El poder delegado con votos no puede disiparse con la resaca post-electoral si no que debe ser principio de todo. Y eso porque quienes estamos aquí de paso, somos nosotros los políticos y políticas y no ellas, las personas.

Pero es indiscutible que una sociedad organizada y decidida a afrontar su papel como portadora de derechos y deberes, tiene que encontrar en la otra esfera pública la mano tendida de un gobierno valiente y responsivo. El camino se hace juntos y este nuevo dogma, debe mantenerse vivo en cada despacho, en cada Pleno, en cada decisión pública.

Por otra parte, la democracia ejercitada cuesta dinero. Cuesta abrir los colegios electorales, cuesta hacer auditorias sociales, cuestan las jornadas de información pública, la creación y el mantenimiento de herramientas de Transparencia también cuestan dinero. Portales web, consultas ciudadanas o llevar la política a las plazas tiene un precio; sin embargo mucho más son los beneficios. En este caso, el acto de este sábado de El Consell a la Plaça tendrá un presupuesto que rondará los 8.000 euros. Teniendo en cuenta que el gasto anual del Consell es de 87’5 millones de euros, su coste supondrá un irrisorio 0’009% del presupuesto anual.

Entiendo entonces, que el Partido Popular se queje del alto precio de la Democracia. Seguramente ellos nunca nos permitieron tomar un micrófono por ese motivo. Nuestra democracia les resulta muy cara pero 1,5 millones de euros en máquinas quitanieves o 426 millones extras en las autovías, les pareció una idea estupenda. Ellos tienen tienen a Jaume Matas, condenado a 6 años por doce delitos de corrupción popular. Por hacer democracia, no ha dormido en la cárcel.

Por primera vez en la historia de Eivissa, un equipo de gobierno insular se desplaza a las plazas de cada municipio, a pelo. Han costado 38 años de Democracia, para que el poder político entendiera algo sobre ella. El mecanismo es realmente sencillo, solo hacia falta intención política. Y la hemos encontrado también en nuestros socios de gobierno.
El Consell a la Plaça es una puerta abierta. La oportunidad de que nuestros representantes, pongan los dos pies en la calle. Es la mano que recoge el guante de la gente que ha venido pidiendo decencia y respeto. Es un destierro del miedo, de la oscuridad y de las políticas bajo llave. Otro gran paso hacia la apertura del gobierno a la gente, en respuesta a la confianza depositada un domingo electoral.

En una realidad como la nuestra, donde cada día se regalan privilegios a los miembros del cortijo, se subasta la soberanía estatal, y se limita el poder de la gente, ésta no puede más que sacudirse la desgana, organizar su rabia y pedir la voz.