No puedo creerme que los que llaman esbirro, mercenario o helminto (gusano) a Joan Miquel Perpinyà, colaborador de esta casa, no hayan buscado su nombre en Google y buceado por internet para conocer un poco su historia. Si hay gente comprometida con los derechos de las personas, incómodo con el poder, Perpinyà es uno de ellos. Cuando muchos de los que atacan a Perpinyà hacían Bachillerato, él ya se peleaba con el Ministerio del Interior para luchar por los derechos de los guardias civiles gays que pretendían vivir con sus parejas en las casas cuartel. Perpinyà se ha enfrentado a gobiernos de todo color y durante mucho tiempo. Y luchó por los derechos de los guardias civiles homosexuales en momentos difíciles cuando pocos, muy pocos, salían del armario. Para que ahora le digan que está vendido a las mafias. ¿De qué mafias hablan? ¿Acaso solo este diario lleva anuncios de beach clubs o discotecas? Perpinyà nunca escribirá ningún artículo por conveniencia. Porque lo que dijo Perpinyà, en síntesis, es que los que ahora gobiernan tienen mecanismos para resolver muchas de las demandas de los que consideran que hay que tomar medidas contra la masificación y el descontrol. Gobernar es algo más que postureo, escribir un tuit muy ‘guay’, o ir a concentraciones para salir en alguna portada. Con los pisos turísticos, con los abusos en las costas, y con los taxis piratas, por ejemplo, hay margen para hacer mucho más de lo que se ha hecho. Pero para eso hace falta ser valientes, como lo fue Perpinyà antes de dedicarse al periodismo. Por eso me indigno cuando le llaman esbirro. Conozcan su historia, de verdad. Vale la pena. A mí me merece mucho respeto y admiración.