En Balears tenemos la suerte de tener tan buenos políticos y gestores que hasta cuando son cesados de forma fulminante no es porque hayan hecho nada mal, por inoperancia o por incompetencia manifiesta, sino todo lo contrario: son cesados por ser buenísimos, por haberlo hecho estupendamente y porque no hay ninguna queja a su brillante gestión. Es el caso de la sustitución producida al frente de la dirección general de Espacios Naturales y Biodiversidad del Govern. Caterina Amengual fue cesada y en su lugar se nombró a Miquel Mir. Las razones esgrimidas por el conseller de Medio Ambiente Vicenç Vidal, son puras patrañas, todas más falsas que un billete del Monopoly. Como cuando dijo que quería dar «un nuevo impulso» al departamento. Ya. Como cuando Bauzá se cargó al conseller de Educación, Rafel Bosch. Pero no le culpemos por hacer lo que hacen casi todos los gobernantes cuando ocupan el sillón, que es decir raramente la verdad y no reconocer jamás el mínimo error. En la entrevista al nuevo director general que este periódico publicó el miércoles, eludió pronunciarse sobre la polémica medida de exterminar a tiro limpio todos los ejemplares de cabra del islote de Es Vedrà, porque no es plan llegar al cargo y empezar a criticar a tu antecesora. Un mínimo de elegancia no viene nunca mal. Pero Miquel Mir defendió que la presencia del ganado caprino en el islote no podía continuar y eso es algo que nadie ha puesto en cuestión. De ahí a defender el modo en que se liquidó a la cabaña que desde hace décadas campaba por allí, va un trecho que solo recorren ya brillantes gestores como el director insular Miquel Vericad, superviviente político que no solo aplaudió la matanza de animales, sino que además no le importó que los restos cadavéricos quedaran en aquel territorio protegido hasta su total putrefacción, cosa que agradecerían los gusanos haciendo felices a tanto aficionado a la entomología.