Uno de los mecanismos más burdos, aunque eficaz, de la plaga de lo políticamente correcto consiste en utilizar un adjetivo (des)calificativo contundente y único: es xenófobo quien quiere ordenar la inmigración, islamófobo quien desea evitar la penetración cultural del Islam y homófobo quien considera aberrante el «matrimonio» de personas del mismo sexo. Así de fácil resulta ese sustitutivo autoritario, posmoderno y teledirigido del debate político.

Alternativ für Deutschland, la formación que ha irrumpido con fuerza en la escena política alemana es, por tanto, para los hoy biempensantes (antaño de derechas, como recoge el Diccionario de la Real Academia, y hoy ya no), «un partido xeno´fobo» con lo que queda resuelto el problema. Me he tomado la molestia de leer las 74 páginas de su programa y me he llevado una sorpresa: cuando esperaba encontrar desatinos diametralmente opuestos a los que entre nosotros propugna Podemos, he descubierto un montón de propuestas muy sensatas que me han hecho comprender el porqué de sus repetidos éxitos electorales (fundado en abril de 2013, ya tiene representación en 9 de los 16 Länder alemanes en los que se han celebrado elecciones).

En el preámbulo de dicho programa (titulado «Ciudadanos, que no súbditos») se declara liberal-conservador, de convicción democrática y compuesto por ciudadanos libres de su país que aspiran a un planteamiento político que ofrezca una alternativa viable al existente. Propugna la introducción de referéndums vinculantes al modo suizo, un adelgazamiento del Estado y de su aparato burocrático, una auténtica separación de poderes (hasta el punto de reclamar que los diputados no puedan pertenecer al Ejecutivo, lo que excluiría del Bundestag a Ministros, Secretarios de Estado y Canciller), una limitación del poder de los partidos (»deben contribuir al sistema político según el artículo 21 de la Constitución, pero no dominarlo»), una reforma del sistema de su financiación (hasta 1959 no la hubo estatal), la libre elección de candidatos junto con mandatos no imperativos, una reducción del número de parlamentarios (1 por 600.000 habitantes en Estados Unidos frente a 1 por 128.000 en Alemania), una limitación de la posibilidad de reelección de los candidatos a únicamente otro mandato, la supresión de las jubilaciones privilegiadas de los diputados (pensión de 6.130 euros tras 27 años de actividad, de sólo 1.200 tras 43 años para el resto de los ciudadanos), persecución no ya de la evasión fiscal sino, sobre todo, del despilfarro fiscal en forma de sobrecostes desmesurados y proyectos de prestigio electoralistas y costosísimos.

Se muestra contra la conversión de la Unión Europea en un Estado centralizado y a favor de la Europa de las Patrias, con devolución de competencias a los Estados miembros. También propugna «poner fin ordenadamente al experimento del euro», una reforma de la ONU, el reforzamiento del ala europea de la NATO y de la Bundeswehr, la reintroducción del servicio militar y la conversión de la ayuda al desarrollo en «ayuda a la autoayuda».

La parte más controvertida del programa es la titulada «Mantenimiento de la lengua, cultura e identidad alemanas», en la que afirma que el Islam es ajeno a la cultura alemana por lo que propugna se ponga fin a su financiación por parte de otros estados, se prohíban el burka y el niqab y se facilite la igualdad de derechos de ambos sexos, además del cierre de las escuelas coránicas.

En materia de inmigración, propugna el modelo canadiense y australiano, que apuesta por una inmigración ordenada, cualificada y no impuesta a través del mecanismo dudoso del «derecho de asilo»; se muestra contrario a la permanencia indefinida del inmigrante, algo que no se dio en la década del milagro económico, a la concesión automática de la nacionalidad a los nacidos en la república de padres extranjeros y a la doble nacionalidad.

Por último, en materia económica, se muestra partidario de la reducción al máximo de las subvenciones estatales, de la burocracia, en favor del libre comercio y de la digitalización y de la economía social de mercado en lugar de la planificada, que conduce a una asignación incorrecta de recursos y a la corrupción. Por lo que respecta a los impuestos, aboga por poner un tope superior a la imposición y suprimir los de sucesiones y de patrimonio, así como reintroducir el secreto bancario y fiscal.

Es difícil resumir en un artículo un programa político que abarca muchísimos temas de interés para el ciudadano, desde la educación hasta la gestión de los diferentes tipos de energías. Mi impresión general es que se caracteriza por su sensatez y, sobre todo, viabilidad, aunque su principal mérito es, a mi juicio, plantear un programa liberal sin renunciar a la firmeza en cuestiones básicas como la cohesión social y cultural de un país.