El Govern ha anunciado que todos aquellos que tengan pisos turísticos deberán comunicar a la Policía de la entrada y salida de los turistas. Sin duda, una idea que si llega a publicarse el día 28 de diciembre algunos hubieran podido creer que era por el Día de los Inocentes. Se argumenta que los turistas deben quedar registrados en los pisos turísticos de la misma forma que los hoteles identifican a los visitantes y dan la información a la Policía. Esta idea solo puede interpretarse como un intento desesperado para poder regular las viviendas turísticas, que escapan del control del Govern y, al parecer, provocan lo que algunos dirigentes de izquierdas han calificado de «saturación» en las islas. Sin duda, se esperaban medidas más inteligentes por parte de la Conselleria de Turisme.

Palos de ciego. Regular los pisos turísticos es poner puertas al mar porque la Ley de Arrendamientos Urbanos permite que una vivienda sea alquilada un solo día. La ley no fija un mínimo de tiempo para alquilar una vivienda. Con este resquicio legal, cualquier ciudadano puede alquilar su vivienda un día, una semana, un mes o un año. Luego, por supuesto, tiene que declarar sus ingresos a la Agencia Tributaria, pero el alquiler es plenamente legal. Cuando se dice que no se pueden dar servicios turísticos se entran en conceptos difíciles de definir y, sobre todo, de demostrar. Evidentemente la polémica tiene muchas aristas. Es cierto, como ha ocurrido en Eivissa, que los pisos turísticos han supuesto un grave problema para todas aquellas personas que quieren alquilar una vivienda todo el año. Este es un asunto que está creando muchos problemas para Eivissa, y también para Formentera.

No encuentran la fórmula. Sin duda, la Conselleria de Turisme que dirige Biel Barceló no encuentra la fórmula para intentar controlar los pisos turísticos. La ley no respalda el control autonómico. Sin embargo, la imagen que da el Govern no parece la más adecuada porque, en el fondo, está demostrando que no encuentran la solución correcta para entrar a regular este fenónemo que, por otro lado, es una realidad en todo el mundo. Los turistas, por el motivo que sea, han cambiado sus hábitos. Y muchos prefieren vivir en casas que en hoteles. Si analizasen este hecho quizás encontrarían alguna solución más viable y, sobre todo, más realista.