Es para echarse a temblar cuando anuncian la fecha de finalización de las obras. Este pronóstico tantas veces errado y pocas acertado debería dar con un canto a los dientes de quien calcula por lo bajo algo que se prevé, sin necesidad de tener muchas luces, que va a durar bastante más.

Pero el ser humano es el único ser que tropieza mil veces sobre la misma piedra y lo peor es que no aprendemos. Por poner un ejemplo de demora véase el caso de la travesía de Jesús, perdón, he dicho ‘caso’ en realidad quería decir ‘caos’, porque es una locura los atascos que se generan por culpa de que este pequeño tramo, de unos cientos de metros, que lleva cerrado a la circulación desde hace más de cinco meses y los que aún quedan.

Antes de navidades se iniciaban las obras de reparación de esta travesía, con un pronóstico adelantado de que en poco más de un mes estaría reabierta al tráfico. Ilusos los que lo creyeran y adivinos los que fueran capaces de vaticinar que a finales de abril aún seguiríamos sin acceso directo a Jesús. Una historia increíble que para más inri tiene por el medio una demora por unos yacimientos arqueológicos, que emplearon como excusa del retraso y que solo fotografiaron para después volver a tapiar.

Claro que si complicado es que se cumplan los plazos una vez se han conseguido todos los permisos, imposible se atisban los cambios cuando ya hay problemas desde el punto de partida. Esta es otra cuestión, la del desdoblamiento, que ya trae cola y que sirve de excusa para que se peleen los políticos mientras los problemas continúan latentes para los de a pie. Porque es una realidad a la que se debe poner remedio pero que se retrasa irremediablemente. Contradictorio, sí, pero ármense de paciencia porque mientras estos trámites se atascan en las altas esferas, los mortales seguiremos atascados en las carreteras.