Días atrás casi muero atragantada. Mientras comía mirando Las mañanas de Cuatroemitieron a un concejal diciendo que prefería tener compañeros que roban a que pusieran bombas. Seguidamente presentaron un informe que enumeraba los casos de corrupción de los últimos tiempos a la vez que sumaban los montantes del dinero faltante en cada uno de ellos. El resultado era realmente escalofriante. Según ellos, unos 800 euros por habitante del país al año es el total de recursos que deberían estar y no están. En mi atónita indignación pensé que la corrupción puede ser también una forma de terrorismo.

Terrorismo económico. Ese dinero con el que ya no cuentan las arcas del Estado se traduce en recortes, falta de recursos en los hospitales, niños que no pueden ser debidamente atendidos, centros educativos que hacen sólo lo que pueden, dependientes sin ayudas, niños sin comedores, escuelas que se caen a pedazos a las que algunos niños no pueden asistir porque sienten demasiado frío o calor. Necesitamos gobernantes que no se pavoneen en sostener que son el mal menor frente a otros que consideran peores monstruos, como si esto justificara que se puede presuntamente meter la mano en la lata sin reparos. Necesitamos gobernantes que miren por el bien común real y no por el propio. No señores, fueron elegidos para ocupar un cargo público en la dirigencia del Estado y deben dar ejemplo, y si no han dado la talla deben responder a ello, no se puede seguir mirando por la ventana como si aquí no hubiera pasado nada. Ha pasado. Mientras se nos pedían sacrificios y el pueblo hacía malabares para sobrevivir hasta el próximo mes otros, con la responsabilidad de mantener el barco a flote, estaban hundiéndolo más.

Después hay quien se lleva las manos a la cabeza por el apoyo conseguido por los nuevos partidos. Señores más autocrítica, han ayudado bastante a este fenómeno con sus prácticas poco honestas.